Y en un pestañeo se nos ha escapado 2021. Otro año que deja un sabor extraño. Otro año de pandemia. Hemos intentado recuperar aquel mundo que conocíamos, seguir con nuestras pequeñas causas eclipsadas por el virus; y a veces hemos vivido espejismos. Parecía que sí lo lográbamos, y nos asomábamos a esa realidad que nos pertenecía antes de que un tal covid-19 nos gobernara. Pero, casi sin darnos cuenta, volvíamos a caer en el agujero negro. Y sacábamos otra vez el gel hidroalcohólico (ese cuya protección ya sabemos que es nimia). Y con él volvía la incertidumbre, el temor, el cansancio...

Igual que tuvimos que asumir de la noche a la mañana que el contexto había cambiado, ahora toca aprender a desaprender. ¿Hemos salido mejores?

Empezamos el año en alerta máxima por los contagios. Extremadura logró el récord de incidencia de toda España. No quisimos escuchar a los sanitarios, que nos pidieron prudencia y cancelar las celebraciones navideñas para evitar una tercera ola para la que, advertían, no tenían fuerzas. «Navidades hay muchas, vida solo una», repetían. Y fue peor de lo que esperaban. Las UCIs se llenaron, cientos de fallecidos... 

Hubo que volver a cerrar bares y tiendas. La hostelería salió a la calle a protestar. El sector decía que ellos no tenían la culpa.

Mientras tanto, la vacunación arrancó a un ritmo demasiado lento. Nos impacientaba. No veíamos luz a final de túnel. Esa inyección de esperanza llegó primero a las residencias de mayores, donde el virus se cebó especialmente en la primera ola. Fueron semanas complicadas de aislamiento hasta que recibieron las dos dosis. Pero después pudieron recuperar su ocio, sus salidas terapéuticas: un zumo de melocotón, un pincho de tortilla y un sol en la espalda a media mañana en la cafetería de la estación de tren se convirtió en sinónimo de felicidad plena tras meses y meses oscuros.

«Todo me da miedo»

La vacunación siguió con los mayores de 80 años que residían en sus casas. «Yo estoy aquí porque mi hijo me ha dicho que venga. Porque a mí me da miedo todo», reflexionaba Juliana, 86 años, de Nalvalmoral, tras recibir el pinchazo. Ponía voz a un sentimiento común de una generación maltratada por el virus.

"En un pestañeo se nos ha escapado 2021, que también deja un sabor extraño"

Y así llegamos a marzo, y hubo que hacer balance de doce meses de pandemia. Manuela y Máxima se acercaron a la tumba de quien fuera padre y marido. «Una ambulancia se lo llevó de casa y no lo volvimos a ver», contaban. Había ocurrido justo un año antes. No hubo despedidas. Nada. «Hasta dos meses después no supimos cuál era su nicho», lamentaban desde el cementerio de Cáceres.

En el sube y baja de la pandemia, en el mes de mayo se puso fin al toque de queda. Un restricción más propia de otra época.

Llegamos al verano. Volvió el oxígeno. Y, de nuevo, la incidencia se disparó. Esta vez los contagiados eran principalmente veinteañeros, a los que se colocó en el foco de la polémica. Básicamente hicieron lo mismo que todos, solo que a ellos aún no les había tocado la vacuna.

Paralelamente, han seguido en el candelero otro temas de actualidad que han intentado robar protagonismo al virus. En 2021 también se han hecho, cómo no, promesas sobre el tren. Esta vez el compromiso es que antes del verano de 2022 un tren rápido circulará por la nueva plataforma del AVE Badajoz-Plasencia. ¿Será verdad? Lo cierto es que las manifestaciones por un ferrocarril digno han pasado a la historia.

En un rincón, las batallas más difíciles: la lucha contra el machismo y sus consecuencias, los dependientes que fallecen sin recibir ayudas, la falta de recursos para las personas con discapacidad... Y los enfermos de otras patologías que han pasado a un segundo plano por culpa del covid-19.

Pero siempre existen imágenes y realidades que permiten no perder la esperanza. Como el abrazo de Luna, una voluntaria de 20 años de Cruz Roja, a un inmigrante subsahariano que llegó exhausto a la orilla en Ceuta. #GraciasLuna plagó las redes sociales. O la familia de Talavera la Real que tiene acogida a Kathy, una salvadoreña que tuvo que marcharse de su país por ser lesbiana. Vivió maltrato, rechazo y persecuciones. Pero encontró un hogar cálido en Extremadura.

¿Será de verdad el final?

Ahora despedimos el año con temperaturas primaverales en pleno invierno. La crisis climática sigue ahí. Y continuará.

También le decimos adiós a 2021 con la saturación de los sanitarios. Porque si bien en esta sexta ola la enfermedad es más leve y los ingresos están controlados, la Atención Primaria no puede más. Y el personal de los hospitales tampoco; las plantillas trabajan al límite.

"¿Volveremos a ser los mismos? ¿Sabremos curar las heridas?"

Quizá, aunque cada día llegamos a un nuevo récord de contagios, ómicron sea, realmente, el fin de la pandemia. Puede que el virus mute en un resfriado con el que convivir sin miedo. Pero, ¿volveremos a ser los mismos? ¿Recuperaremos la cercanía? ¿Sabremos curar las heridas? 

En 2021 hemos sido conscientes de la huella que deja estar detrás de una mascarilla. Hace doce meses dejamos 2020 con la certeza de que el futuro próximo no podía ser peor. Y con la esperanza de la vacuna. Pero ese camino hacia la inmunización (aún estamos en él) ha resultado agotador.