Después del chaparrón con abundante aguacero, que cayó sobre el País el pasado día 28 de abril a causa de las Elecciones Generales, que convirtieron las urnas en riadas de votos que se salían de «madre», para ir a desembocar en «corrientes» políticas imprevistas y más claras que las habituales; podemos asegurar que las aguas bajan todavía «revueltas», algo «desmadradas» y no muy claras en cuanto a los cultivos políticos que desean favorecer. Cultivos que el próximo domingo van a fertilizar Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y a la propia Europa como proyecto común de colaboración supranacional.

Lo que en abril fue un «aguacero», se puede convertir en un «tsunami» el 26 de mayo. «Maremoto» que trastoque los felices destinos de quinientos millones de ciudadanos europeos que decidieron vivir dentro del ámbito político de una Unión política y económica Europea que superara los viejos conceptos de «nación» o «nacionalidad» que tantos daños, disgustos y desgracias ha causado a la Humanidad en los veinte siglos anteriores al nuestro. Pues han sido los conceptos de «nación», de «raza», de «tribu» o de «casta», las nociones más amargas y devastadoras en las que cayeron nuestros ancestros «milenarios» para matarse unos a otros, cometer los crímenes más horrendos y los genocidios más condenables; sin que, hasta el presente, podamos presumir de haber superado estas «lacras» ideológicas para facilitar la convivencia y la cooperación.

Por eso, la elección de los nuevos miembros de la Asamblea Europea es tan delicado; ya empiezan a sonar en su ámbito los «tambores» de las hordas atávicas y fanáticas que hicieron de nuestro Continente un volcán de muerte y destrucción, como tantas veces en los siglos pasados.

Digo esto porque, aparte de las «urnas» para elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo, habrá otras en las «mesas electorales» para seleccionar a los vecinos más amables y competentes que rijan los destinos de los Ayuntamientos de los pueblos y ciudades. Y otras más para formar las Asambleas de las diversas Comunidades Autónomas, que ordenen y normativicen los complejos asuntos que deben solventarse en cada una de ellas. Ya que, felizmente, ya son los habitantes de cada una de las regiones españolas - según su buen saber y entender - los que armoniosamente promuevan y desarrollen proyectos comunes, que respondan a los intereses de unos y otros, sobre los temas de crecimiento, mejora de los servicios públicos que afecten a varias regiones o provincias; o de grandes planificaciones territoriales en infraestructuras, distribución de aguas, o para evitar la «contaminación» y destrucción de los espacios de utilidad nacional: bosques, ríos, playas o «reservas de la Naturaleza» aún existentes entre nosotros, que deben ser conservados y protegidos por encima de los intereses privados o de las ambiciones personales de los poseedores. Los que, hasta hace bien poco, sólo se protegían si los «poderes fácticos» - que eran los que gobernaban al País - decidían hacerlo.

De los «chaparrones» de abril y de las tormentas de mayo, pueden seguir embalsándose «aguas turbias» que inunden todo el País. Pues nadie puede garantizar que en ambas jornadas electorales las corrientes de sufragios vayan bien encaminadas, para no caer en los pozos de la «ultraderecha», del «machismo», del «fundamentalismo» conservador, o de la supresión de las libertades públicas.

Tampoco para no precipitarse en las «cataratas» centristas de privatizar todo lo que puedan ser negocios privados; en suprimir impuestos a las grandes fortunas o a las grandes herencias; a la compraventa de fincas y dehesas; a los negocios millonarios, que siempre acaban desembocando en «paraísos fiscales». Ni para bajar los impuestos y contribuciones de los ciudadanos responsables; evitando con ello que el Estado recaude fondos para mantener holgadamente los «servicios públicos», para sostener la Seguridad Social, para socorrer a los menor dotados, para promover la investigación o para colaborar con las administraciones locales, provinciales o autonómicas en los proyectos de ámbito nacional que afectan a varios municipios, comarcas o regiones; cuyos medios financieros son siempre menos importantes que los estatales.

Las elecciones del 26 de mayo deben ser la culminación y el sosiego de las mil aguas que cayeron en abril - como dice el refrán - y su conversión en fertilidad para una nueva época política.