Lo menos malo que se puede decir del bloque C es que no debió construirse. Al menos no debió construirse en las condiciones en que se erigió en el año 1987. No existía una política social, sino que se iban poniendo parches. El objetivo de las viviendas era acabar con los asentamientos chabolistas, principalmente el del Carrucho, a cualquier precio, cuando ya en aquellos tiempos existían experiencias en varios lugares de España en los que se demostraba que este tipo de soluciones solamente engendraban problemas de habitabilidad.

De hecho la Comisión de Servicios Sociales, en una reunión, elevó una resolución en la que se pedía reconsiderar el tema y encargar a los servicios sociales una tarea educativa con la población a la que se destinarían las viviendas. Se trataba de una población que debido a su tipo de vida necesitaba espacios para sus animales, cosa que tenían garantizada en los campos que les rodeaban, y que no tenía ningún aprecio a los servicios sanitarios y de todo tipo que conlleva una casa. Por ello parecía necesario llevar a cabo una tarea educativa de la que se desprendiera la petición de ellos mismos y su disposición a renunciar a los beneficios que les reportaba su lugar de residencia cuando asumieran que su nueva vivienda redundaría en su bienestar.

Como es obvio, este tipo de actuaciones no tienen un rendimiento inmediato, pues ya por entonces había experiencias que habían tardado más de tres años en fructificar (creo recordar que en Aragón), y esa tardanza es difícilmente aceptable en la gestión política más dada al rendimiento inmediato. Por otra parte, en los últimos cuarenta años se han anunciado varios planes de actuación en Aldea Moret, algunos con el compromiso de la Junta de Extremadura, que nunca se han llevado a cabo. Y esa parte de la ciudad, porque es un barrio de nuestra ciudad, ha estado y se ha sentido desatendida e incluso se puede decir que a veces se la ha dejado a su suerte.