"Estoy en una nube". La frase de Manuel Blázquez, profesional de la automoción recién jubilado a los 66 años, suena a descanso. Tras más de 40 dedicado a la compra y venta de coches, se despidió a principios de este mes de su oficio de toda la vida, arropado por su familia en el último negocio que ha regentado en la avenida del Brocense de la capital cacereña.

Nacido en la localidad de Almoharín, Blázquez ha vivido de cerca la evolución y los cambios en un sector que no pasa ahora por sus mejores momentos debido al descenso de las ventas por la crisis económica: "Hubo unos años maravillosos, pero todo ha cambiado muchísimo, aunque para mal", remarca.

Su vida laboral empezó a los 12 años como ayudante en García Hermanos, establecimiento dedicado a alimentación. Aún recuerda cómo tenía que esconderse cuando llegaban los inspectores de trabajo. Tras pasar por Renault y Ford, decidió montar su propio negocio, primero en Isabel de Moctezuma, luego en Reyes Huertas y. desde el 2000, frente al pabellón Serrano Macayo.

Durante este período, ha comprobado cómo el cliente ha ido perdiendo la confianza en el vendedor: "Antes no había malicia. La gente confiaba en ti, no había garantías y los bancos daban el dinero. Ahora eso ha cambiado. El cliente pide garantías y tiene muchas dudas porque hay una gran cantidad de chorizos metidos en este mundo de la automoción", subraya.

Casado y con cinco hijos, Blázquez explica que ha comprado siempre los coches en Madrid, en persona y probándolos con sus propias manos. Se fija primero en que el motor no pierda aceite, en el kilometraje, la pintura y las ruedas del vehículo. En cuanto a los modelos, recuerda cómo en sus comienzos se vendían muchas furgonetas a clientes de zonas rurales, un perfil que ha ido cambiando hacia el de otros compradores de turismos usados de dos, cuatro o seis años como máximo.

Amante del deporte

Pero su actividad comercial ha ido en paralelo a la afición por los vehículos y el deporte, ya que también dedicó tiempo y dinero al Club Polideportivo Cacereño como directivo durante los mandatos de José Félix Nevado y Angel Carrasco. "Te implicas tanto, que llegas a amar y querer a los coches", subraya. Ha conducido un Renault 21, un Mégane y un Mercedes 320 que compró en Alemania. "Me ha gustado mucho cambiar de coche". Ahora lleva un Peugeot Partner.

De todo lo que ha vivido en su trayectoria, se queda con las amistades que ha logrado: "Siempre he tenido mi clientela, de gente muy buena. Me ha gustado ser serio en mi negocio", añade. Como ejemplo, recuerda a algunos clientes que le entregaban el dinero en mano para traer de Alemania coches de importación. El peor recuerdo, la muerte de su hijo Mané, que trabajaba con él.

Con un nieto y dos en camino, Blázquez sueña con ver a su Cacereño "al menos en Segunda División B" y recomienda a los que pretendan comprar un coche "que depositen su confianza en un vendedor que merezca la pena". Aunque ha perdido la cuenta de todos los ejemplares que ha vendido, todavía le quedan muchos que ir enseñando a sus nietos en los paseos que dé con ellos.