Felipe VI ha cuidado sus relaciones con Pablo Iglesias con absoluta pulcritud, facilitó un encuentro con él en la sede del Parlamento Europeo cuando ya era un personaje conocido y le regaló aquellos CD de Juego de tronos, pero no le recibió en La Zarzuela hasta que no fue de las urnas como diputado y candidato a la presidencia por su partido. En otro momento, Don Felipe aguantó el tirón de las faltas protocolarias del podemita (empezó a tutearle y se presentó con la camisa arremangada, sin «cortarse un pelo»).

Desde entonces, el estilo del Rey y su ejemplo y talante personal, han producido el cambio en la forma de proceder y expresarse Iglesias acerca del Monarca-, algo parecido a lo que hizo su Padre en su día con Carrillo.

Igual de escrupulosas pero más incómodas han sido sus relaciones con el nuevo gobierno catalán, a pesar de que al parecer, con Arthur Mas le unía una rara química, don Felipe le tenía ya tomada la medida. En una de sus frecuentes visitas a Cataluña, a la factoría de la Seat, el Rey se las apañó para conducir un coche y acomodar al presidente de la Generalitat en el puesto de copiloto. la imagen sonriente del citado, simbolizó quien era quien en cuestiones de jerarquía en las relaciones entre el Estado y la Comunidad en general.

Si bien es cierto que a medida que crecía el intento soberanista, los gestos del Monarca han ido variando, lo cual no impidió que al poco de cumplir su primer año como Rey, Felipe VI le recibíera en Zarzuela con gesto severo, mientras el político bromeando le saludó diciendo: «Vengo en son de paz». Pero la situación fue a peor en enero de este año, porque el Monarca vivió un arranque de legislatura algo más accidentado con el nuevo Parlament y el mandato de Carles Puigdemont. El jefe del Estado apeó a la Presidenta de la Cámara de la costumbre de recibirla en Palacio para oficializar el cambio de un Gobierno autonómico.

El Monarca se mantuvo en su sitio, tan en su sitio que -al igual que ocurrió con el trámite de consultas tras el 20 D-, un mes antes había decidido desoír las llamadas a su intervención frente a la declaración independentista del Parlament.

Hay quien llegó a tentarle con hacer de esta ocasión histórica un blindaje semejante al que su padre, el Rey Juan Carlos, disfrutó a raíz del 23-F. Felipe VI apenas se hizo unas fotos en el despacho como testimonio gráfico de su función vigilante, y esperó tres semanas a la anulación unánime de la Declaración por parte del Tribunal Constitucional.

En el tiempo transcurrido hasta ahora, se ha notado cierta diferencia y pocos han sido los síntomas que permiten asimilar su reinado al de Juan Carlos I. Algunas fuentes dicen que el Rey Felipe VI, actúa con mas frialdad, aunque es mucho más organizado; menos relaciones públicas, pero más profundo conocedor de los temas; más aconfesional, y forzosamente menos viajado... Pero no ha habido rupturas de ninguna clase. Por más político que esté resultando el rey Felipe VI, no es propio de una dinastía moderna olvidar al padre. Más bien al contrario, paso a paso, Felipe VI está rehabilitando a Juan Carlos I a través de la Jungla que hoy es nuestra democracia.