Las rehabilitaciones, o al menos la protección del poblado, tendrán que comenzar a aplicarse de manera efectiva si se quiere acabar con el expolio que ha dejado la mina casi en ruinas. El complejo llegó a tener 12 pozos y 119 construcciones durante un siglo de actividad (1864- 1960). Tres se han rehabilitado, pero muchas han desaparecido, como la fábrica de ácidos, el almacén de abonos, el botiquín, algunos pozos, los estanques de lixiviación, la electrólisis, las escuelas, el cine-comedor o el refugio. Otras apenas resisten: el laboratorio, los hornos, la piscina o la Fosa.

Con la declaración de Bien de Interés Cultural sobre el poblado minero, las multas por infracciones leves llegan a 60.000 euros, y las graves a 150.000. Pero el derribo o la destrucción total o parcial de inmuebles, y las pérdidas y deterioros irreparables, se consideran infracciones muy graves con multas de hasta 1,2 millones de euros.