Una activista catalana proponía hace unos días educar en la tribu y, como era de esperar, algunos han visto en sus palabras un ataque a la familia tal y como la conocemos en nuestros tiempos. A menos que se defienda el mito bíblico y se crea que la familia actual es la misma que la que formaron Adán y Eva, tendremos que aceptar que la familia actual es producto de una evolución. Una mirada a la Antropología nos revelará que han existido, y existen, familias matriarcales y patriarcales, monogámicas y poligámicas, tanto poliándricas como poligígnicas. Tampoco nos extrañaría encontrar épocas en las que el macho no solo no se ocupaba de la prole sino que no la reconocía como tal y que su dedicación a su educación es muy reciente. Por lo tanto, pensar que esta es la forma definitiva de familia es un error, mucho mayor si se piensa que es la familia ideal pues la vida diaria nos muestra ejemplos de las disfunciones que la acompañan en muchos casos. Sin embargo, pese a sus diferencias, hay una constante en la educación de la prole en toda clase de familias. En todas ellas quien educa es la tribu. Es decir, la sociedad que nos rodea. De nada sirve la educación recibida en la escuela si la familia contradice con su conducta los valores que se le intentan inculcar al educando. Y si familia y maestros estuvieran de acuerdo pero el entorno les llevara la contraria el resultado sería el mismo. Esta circunstancia se ha agravado en nuestro tiempo pues estamos en un momento en el que un chiquillo tiene más y mejor acceso a la información que sus padres y maestros y por lo tanto la autoridad y el prestigio de ambos está en entredicho. A nadie le enseñan a ser padre o madre pero antes se aprendía con la práctica, con muchos errores ciertamente, pues había tiempo para ello, pero actualmente eso es muy difícil pues la celeridad de los cambios es tan grande que casi nunca se llega a tiempo. Una situación que está cambiando los roles en la familia.