«Por estos 40 años, muchas gracias». Así concluía Lorenzo Agúndez (Cáceres, 1963), camarero del restaurante Albalat, su publicación en Facebook al conocer la noticia de que había sido galardonado con el premio San Lorenzo 2020, otorgado por la Asociación de Cocineros y Reposteros de Extremadura (Acocyrex). Una recompensa a toda una vida de trabajo y una trayectoria profesional que abarca ya cuatro décadas. Aun tras recibir la distinción, sigue poseyendo ese aire sencillo y cercano que hace fácil sentirse cómodo en su presencia. Recién salido de trabajar, la sonrisa se le nota tras la mascarilla cuando se le pregunta por su experiencia en el gremio, para el que solo tiene buenas palabras.

--¿Esperaba recibir este premio?

-- No esperaba para nada recibir este premio. Llevo desde el año 80 trabajando en hostelería, y siempre he trabajado en barra. Me gusta mucho el acercamiento de las personas. El comedor es más frío, la gente viene con otros, charlan entre ellos… En la barra hay personas que vienen solas, hablan contigo, comentan... Me gusta más el tema de barras porque es más directo.

--Entonces, cuando le dijeron que había ganado tuvo que ser emocionante...

---Un subidón. Principalmente porque me he hecho a mí mismo, porque no es como ahora, que hay escuelas de hostelería que enseñan muy, muy bien. Cuando empecé a trabajar en los 80 aprendías por tu cuenta, te aconsejaba un camarero, te aconsejaba otro..., muy bien.

--La pregunta que ha debido hacerle todo el mundo: háblenos del cambio, de antes del covid a después del covid.

--Pues sinceramente, después del covid para mí, profesionalmente hablando, mucho mejor. Porque ahora hay medidas de seguridad que adopta todo el mundo. Porque aparte de esta enfermedad, antes también había muchas más. No olvidemos que había un resfriado y acababas tú con uno porque habías estado con clientes, por ejemplo. Lo bueno de ahora es que todos vamos con mascarilla, todo está aún más desinfectado, la gente te habla desde más lejos. Me acuerdo el primer día que abrimos, la gente tenía un miedo tremendo, entraban como encogidos. Y ahora ya van como si no pasara nada. Porque tienen unas medidas de seguridad, y saben cuándo y cómo las tienen que seguir. Todo el mundo se ha adaptado muy bien. Nosotros nos dedicamos a que la gente cuando entre tenga toda la higiene y seguridad del mundo. Ven que les atiendes con una serie de medidas. Particularmente tengo unos clientes fabulosos: súper educados, súper amables y también súper agradecidos.

--Debe de conocer a mucha gente.

--A mí ya me conoce no solo medio Cáceres, no, también el otro medio. Y es que llevo 40 años detrás de la barra. Y esta es mi cuarta generación. Empecé en el año 80, cuando en los bares no había ni lavavajillas ni nada. Entré como se entraba antes: de pinche. Comencé fregando vasos, platos, pelando patatas… y había alguien que te iba explicando: ‘Mira, así se tira la caña’, ‘Mira, así se hace el café’. Y ya cuando te veían preparado te decían:_‘Mira, ahora ya puedes servir café’. Era como una escuela, pero muy rápida. En dos meses te enseñaban lo que ahora se aprende en dos años. Se empezaba muy de crío. Comencé con 16 para 17 y ahora estoy con 57 viendo los 58.

--Es como dijeron al darle el premio: toda una vida.

--Toda una vida. Sinceramente el premio no lo esperaba, porque normalmente los dan sobre todo a cocineros. A mí este año mi empresa, Manuel Espada y Juan Manuel Palacios, decidió proponerme para el puesto. Y muy bien, gracias a Dios. Hay comentarios míos en internet, en TripAdvisor o en ‘Bares Antiguos de Cáceres’. Te llena de una satisfacción tremenda ver a otros valorar tu trabajo, tanto si son clientes como compañeros. Hoy en día en la hostelería se agradece mucho el trabajo de las personas.

--Se aprecia mucho la figura del camarero de siempre, que ya te conoce.

--Es como llegar a casa. ‘Loren’, me dicen, y respondo: ‘Dime’, y ya sé lo que les tengo que poner, lo que quieren..., todo. Lo bueno de mi profesión es tener un buen respaldo familiar, de mi mujer. Ahora no es como antes, ahora puedo descansar un sábado o un domingo, o puedo decir que tengo algo y mi empresa me permite irme. Antes no era así. Antes decían: ‘Cerramos este día’, y tú te acoplabas. Mi mujer ha ido a bodas y comuniones muchas veces sola, y tiene una complicidad especial con mi hijo, porque ha pasado mucho tiempo con ella. La hostelería que estamos viendo es distinta. En 2016 la empresa para la que trabajaba ya cerró, y el dueño se jubiló. Y la empresa nueva, que se llama restaurante Albalat, Juan Miguel Palacios y Manolo Espada, apostaron por mí para con sus proyectos. Tenía entonces 54 años. Que apuesten por un tío con 54 años es muy difícil, y se lo tengo que agradecer enormemente a mi empresa. Hay que seguir siendo humildes y trabajando todos los días, pero me va muy bien.

--¿Qué consejo daría desde su experiencia a los camareros que están entrando ahora?

--Es muy fácil: a un cliente atenderle como si fueses tú, y nunca decirle que no. Incluso si no tienes mesa, se buscan opciones: qué mesas están terminando, dónde puedes juntar… que se sientan a gusto. Lo que le diría a la gente que viene ahora es que aprendan muchísimo: que se empape el vino, que sepa cómo se preparan las cosas en cocina para cuando el cliente te pregunte, que no exista el ‘no’ y solo digan que sí, que el cliente se vaya súper a gusto y satisfecho... porque así siempre vuelven. Sobre todo, que se atienda con mucho respeto, aunque sea más joven que tú. Siempre puedes buscar una solución. Que nunca se metan en las conversaciones de los clientes: ver, oír y callar, nunca opinar si no te hablan o preguntan antes. Esta profesión es muy bonita para quien le guste. Cuando empecé me lo dijo un señor: ‘Si no te gusta esta profesión, déjala, porque te vas a amargar a ti y vas a amargar al cliente’.

--Al final siempre es importante la relación con el cliente, ¿no?

--En esta ciudad la relación camarero-cliente siempre ha sido muy buena, y en Cáceres hay muy buenos clientes. Los que tengo ya son como amigos, porque a Cáceres le pasa como a zonas de Andalucía, somos muy parecidos, muy de bares. Nos gustan mucho, y los usamos para comuniones, bautizos… Y el camarero siempre es ese amigo que buscas:_‘Oye solucióname el problema, que me ha salido algún imprevisto’, siempre estamos ahí. De toda la vida. En el año 80 empecé, y no recuerdo otra cosa. Gracias a Dios, con mis clientes estoy muy satisfecho. En estos cuarenta años, mi vida laboral ha sido muy, muy bonita. Empecé con lo que era la chaqueta blanca, luego la cruzada, luego con el chaleco, el chaleco de otra forma, de otra..., la camisa sin manga, otro tipo de camisa, el delantal de ahora. Muchos cambios, pero en general siempre estoy muy contento.