Placentino de nacimiento, Fidel López Espuela lidera la investigación y el equipo de enfermeros que se ha convertido en el primero de Extremadura en acceder al programa de intensificación de la actividad investigadora del Instituto Carlos III, uno de los centros más prestigiosos de España. El reconocimiento avala la trayectoria científica del equipo --por encima de propuestas de hospitales punteros como el Clinic de Barcelona-- y el proyecto en marcha, dedicado a analizar la situación emocional de los cuidadores de los enfermos de ictus, con los que trata a diario en el Hospital San Pedro de Alcántara. Valora del reconocimiento que avale "el compromiso que he tenido", así como tener, ahora y durante tres años, "la posibilidad de que dedicar el 50% de la jornada a esa actividad que ahora desarrollaba en mi tiempo libre y personal".

--¿Cuál es ese proyecto?

--Trabajamos en calidad de vida, estado de ánimo y estado funcional de pacientes con ictus y sus cuidadores. Dos años después de abrir la unidad de Ictus, en 2007, iniciamos el proyecto de investigación sobre los pacientes. Ahora vamos a explorar las vivencias a las que se enfrenta el cuidador, teniendo en cuenta que el ictus es una tragedia familiar.

--¿Qué tiene de particular este proyecto?

--Somos un equipo de investigación liderado por un enfermero y compuesto por enfermeros. Yo soy el investigador principal, pero también trabajan María Antonia Jiménez, Sherezade Bravo, Elena Luengo y Teresa González.

--¿Y qué supone el reconocimiento del Instituto Carlos III?

--Que ahora tenemos tres años para trabajar en esta línea de investigación con mayor dedicación.

--Es el único proyecto extremeño reconocido y la primera vez que se consigue en la enfermería.

--Es una pena que eso sea noticia, porque significa que no hay más proyectos. Ojalá hubiera 10 o 15. Pero es una satisfacción que valoren el esfuerzo y el compromiso, que siempre hemos tenido, con el apoyo del equipo de Neurología.

--¿Qué aplicación puede tener?

--En el caso del estudio con pacientes, estamos pendientes de los últimos análisis. Pero hemos comprobado que el estado de ánimo no depende de las secuelas, sino de las expectativas de vida. Aun sin secuelas, dejar de hacer actividades en las que se sentían independiente provoca cierto estado de depresión.

--¿Y por qué ahora los cuidadores?

--Porque vimos en las entrevistas con pacientes que el cuidador reaccionaba a cosas que este decía. Hay cosas que percibe el cuidador, pero nosotros no; cambios a nivel cognitivo, agresividad o cambios en la personalidad, que hacen que la persona que ha sufrido un ictus no sea como era antes. Eso lo soporta la familia y, especialmente, la persona a su cargo. Esas cosas sutiles son las que nos hemos propuesto explorar.

--¿Hay un perfil del cuidador?

--Es habitualmente una mujer de más de 50 años, que se ha dedicado al cuidado de los hijos y ahora afronta el cuidado del padre o del suegro. En Extremadura la familia aún se encarga del cuidado.

--¿Cómo les afecta?

--Se sobrecargan de tareas, tratan de llegar a todo, y en ocasiones sienten vergüenza de pedir ayuda para atender al enfermo. Además el cuidador necesita actividades de ocio y hay que ponerles en la mano los recursos disponibles. Muchos no manifiestan su desánimo para no perjudicar al enfermo.

--¿Cómo se pueden trasladar los resultados al usuario del SES?

--Ya ha surgido la idea de hacer una intervención psicoeducativa para los cuidadores. Hemos visto las dificultades que existen en la pareja, fundamentalmente en ictus en personas jóvenes, que pueden desestabilizar la relación.

--¿Es un privilegio poder investigar en el contexto actual?

--Hay que tener motivación. Eso ahora es casi más difícil que conseguir recursos, aunque es cierto que ha habido un descenso importante para la ciencia y también para investigadores noveles, que es nuestro caso. También es cierto que los recursos no son lo esencial en la investigación. Nuestro equipo tiene investigaciones previas con artículos publicados a costa de nuestro tiempo libre.

--¿Cuál es entonces el principal valor de este reconocimiento?

--El tiempo. Este programa de intensificación nos da el recurso más preciado que hay, que no es el dinero, sino el tiempo para podérselo dedicar a la lectura y al estudio de otros proyectos, sin tener que robárselo a la familia.

--¿Siempre le ha acompañado el afán investigador?

--La curiosidad es lo más importante. En 1998, con 24 años, llegué al hospital Ramón y Cajal de Madrid y puse en marcha un proyecto sobre el pie diabético, que terminó con una publicación en el año 2002. Después pasé al área de gestión e hice varias publicaciones sobre gestión por procesos y competencia. El trabajo científico siempre ha estado presente, pero esto no es algo mío y exclusivo, sino del equipo de gente del que me he rodeado. Ojalá sirva como motivación para que otros compañeros se incorporen a este carro.