Uno de los padres del movimiento artístico Fluxus es, sin duda, el alemán Wolf Vostell que se mudó a Malpartida de Cáceres a mediados de los 70 y que dejó una huella difícil de borrar en la mayoría de los extremeños. Ahora lo recuerdan, de manera especial, en la parroquia Virgen de Guadalupe de la capital cacereña con una exposición de arte que han realizado conjuntamente las iglesias Guadalupe, Espíritu Santo y Sagrada Familia con el fin de educar a los más pequeños sobre los problemas que están presentes en la sociedad del momento como pueden ser la migración, la igualdad, el racismo, la pobreza y el medio ambiente, entre otros.

‘Amarguras y dulzuras’ es el nombre de la muestra que han elaborado los niños de catequesis con ayuda de padres y madres, además de vecinos que acuden con regularidad a alguna de las tres iglesias y que el párroco de Virgen de Guadalupe, Tino Escribano, ha denominado: «grupos de apoyo». «Pensamos en el Fluxus de Vostell porque existe un arte que no es solo la belleza estética y queremos plasmar la realidad. Un arte conceptual: una denuncia por una amargura, por un tema social», cuenta Tino Escribano.

La idea empezó a llevarse a cabo en enero ya que cada trimestre realizan una actividad diferente y conforme han ido terminando las obras se han expuesto en los pasillos de la parroquia Guadalupe, sin orden. «Refugiados, excluídos, el mal, la riqueza, todo eso expresa la amargura; la dulzura, sin embargo, es Cáritas, la ayuda. No nos interesa la belleza, nos interesa la pedagogía», explica el párroco.

Paseando por la muestra pueden verse murales fabricados de bricks de leche, latas de refresco, cajas y envoltorios de frutas, palos de helados, recortes de revistas, juguetes antiguos, hueveras, etcétera. En su mayoría, están compuestos de material reciclado. Cada mural y escultura está elaborado por un grupo de niños diferente, «se les dio una idea principal y el grupo técnico, los mayores, la configuraron», asegura.

Justo al entrar hay una puerta de madera, que forma parte de la exposición, con carteles que dicen: entra, mira, busca, reflexiona, denuncia, vive y actúa. Llama a los niños, de entre 7 y 10 años, a descubrir, conocer, tomar conciencia de los problemas y, en la medida de lo posible, cambiarlos. A la derecha de la puerta hay un extintor que esconde el mensaje de: «apagar el mal», desvela. «Aprender a mirar el mundo que nos rodea. Es una forma de interactuar, una práctica didáctica de la que los niños aprenden mucho y se involucran», afirma. Por lo general, «son ideas sencillas para que los menores las entiendan y puedan aprender de ellas», apunta.

La igualdad es otro de los temas que esta actividad no ha dejado atrás. «Denuncia todo maltrato y sometimiento. Promueve la dignidad de toda persona», es la frase de un cartel que está justo encima de un mural con fotografías de diferentes mujeres, acompañado por frases como: «Mujeres que hacen que otro mundo sea posible» o «El hombre debe ser el motor de cambio para la igualdad». Además, Tino Escribano asegura que en este aspecto, «la solución es entenderse».

«A los niños le das claves y elaboran los matices. Son una mina. Ellos mismos explicaban la exposición a sus padres», relata.

En cuanto a la migración, el mensaje es claro: «Todo lo que tenemos: derechos humanos, derecho a la salud, derecho a la vivienda, pero cuando vienen los inmigrantes, ¿qué pasa? pues que solo nosotros tenemos el candado», expone Escribano.

La ambición, el egoísmo y por contra, la solidaridad, también se reflejan en toda la muestra. Concretamente, a los menores les impacta una obra en la que aparecen juguetes encarcelados, que busca trasmitir que por tener más objetos materiales no se logra la felicidad. «Tienen de todo y ¿qué les pasa? Los niños dicen que no pueden pensar».

Una exposición peculiar que además de enseñar el impacto de problemas sociales, es un reto «donde los niños tienen que ser conscientes a su nivel de la realidad, las familias se implican y las parroquias dan la formación correspondiente para personas humanas y fe, con trascendencia a transformar el mundo y la vida», concluye el párroco.