Lo ocurrido a lo largo de estos tres últimos meses sobre los ‘pastizales políticos’ de nuestro país ha sido realmente pintoresco. Hilarante, diría yo, si no fuera por la seriedad y trascendencia que pueden tener los acuerdos, desacuerdos y ‘repartos de botín’ que han tenido lugar ante los asombrados ojos de los ciudadanos, por parte de una ‘manada’ de voraces acaparadores, que han tomado a España, a sus comunidades autónomas, a sus provincias y ayuntamientos como partes de un gran pastel de poder, de pitanza económica, de inminentes y posibles corruptelas o de colocaciones para la ‘patulea’ de amiguetes, sobrinos, camaradas y clientes que les han llevado hasta los aledaños de la administración -de las distintas administraciones que concurren en el Estado- con el oscuro propósito de ‘repartírselas’.

Una de las tareas más delicadas y necesarias que debe llevar a cabo cualquier buen ciudadano, antes de comprometer su voto -libre y secreto- en las urnas de votación; es informarse muy bien de cada uno de los candidatos que completan las listas de los partidos políticos, para decantar con precisión que su voto vaya encaminado a elegir a los mejores; a los más honestos, a los mejor preparados para la tarea legislativa y a aquellos que puedan garantizar los derechos y libertades que recoge la Constitución, para que el Estado - y las Cortes, como partes de este Estado- los proteja con seriedad y confianza. No fiarse nunca de lo que ellos mismos propongan, que seguramente serán mentiras para tapar sus fallos; y buscar la transparencia en medios de comunicación transparentes.

Tengamos muy en cuenta, los ciudadanos de a pié, que estas listas de candidatos se han hecho, en la mayoría de los casos, ‘a ojo de buen cubero’; seleccionados por los aparatos de cada colectivo político, entre sus afines, amiguetes, familiares, etc. O entre personas que suenan en las ‘redes’ por su ‘famoseo’ en tertulias, fundaciones muy heterogéneas, clubes o fundaciones de las que tanto abundan últimamente.

Para ser candidato no se pide a nadie superar una oposición. Aunque luego, muchos de ellos vayan a permanecer en la oposición durante todos los años de la legislatura. Pero, para acceder al puesto, no hay que tener estudios, ni licenciaturas, ni masters. En repetidas ocasiones, sólo hay que saber leer, escribir y apretar un botón.

Lo de ahora es mucho más pintoresco. Una corrupción galopante y desbocada -forjada en las mismísimas cloacas del Estado- ha provocado un sinfín de juicios, imputaciones, condenas y encarcelamiento de servidores del Estado, que desembocó en una moción de censura contra todo un Gobierno -cosa que nunca había ocurrido antes- y en la aparición de una tropa de ‘Políticos a la Violeta’ -como los llamaría José Cadalso- integrada por toreros, tránsfugas, eruditos trasnochados en Politología, Economía, etc. que vuelven sobre las mismas cantinelas de recortes y privatizaciones, que ya han demostrado su fracaso en muchos países.

Los partidos que perdieron las Elecciones Generales -salidos de un Pacto Trifálico en la plaza de Colón- se han conchabado entre ellos para desnaturalizar los votos que emitieron los ciudadanos españoles y repartirse el botín de sus tropelías; es decir, el poder del Estado y la Administración de sus recursos.

Ante los ojos asombrados de los mismos que los votaron, se sirvieron de mentiras, cambios continuos de opinión y de ideología; de alianzas espurias y ocultas para cambiar de ‘compinches’ manejando con soltura ruletas y ‘trilerías’ -como cualquier “charlatán de feria”- para negar lo que prometió ayer y para retorcer los argumentos que les sirvieron de razón en debates y posicionamientos.

Todo el proceso electoral de esta deshilachada primavera ha quedado contaminado de torpeza y de mendacidad a causa de personajes poco recomendables que se han convertido en los líderes del desconcierto.

Si hay que repetir de nuevo el proceso, quizá haya que pensar en un cambio de sistema.