Discutir es lógico en una convivencia, pero el conflicto surge cuando se discute siempre sobre lo mismo sin que se busque una solución. «Esa falta de comunicación, esa dificultad para ponerse de acuerdo en cosas sencillas y cotidianas, es el principal escollo de muchas parejas. Desavenencias que van muy unidas con la falta de corresponsabilidad en el reparto de las tareas de casa, del cuidado de los hijos... El resto de complicaciones, como las infidelidades, las dificultades sexuales o los celos, vienen derivadas de esto en muchas ocasiones».

Así lo explica María Ángeles Cuevas, psicóloga sanitaria especializada en terapia de parejas, sexualidad, desarrollo personal y otros ámbitos. Lleva casi una década atendiendo a numerosas parejas que acuden en busca de una solución a sus malas relaciones. De hecho, se ha convertido en el servicio más demandado en su consulta de la avenida de España, de Cáceres, a la que llegan personas de todas las edades.

Amor, no obligación

Y lo intentan porque «mucha gente se quiere de verdad y quiere conservar sus relaciones, que hoy día generalmente son más libres, también más sanas, porque las parejas no están obligadas a permanecer juntas toda la vida». De hecho, la mayoría de las que acuden a un terapeuta consiguen reconducir su situación. «Y cuando no es posible suele haber dos razones fundamentales: o bien uno de los dos ya tiene la decisión tomada de romper, que a veces resulta inevitable y en esos casos hay que asumirlo; o bien una de las partes no da su brazo a torcer a la hora de buscar soluciones consensuadas entre ambos», desvela la profesional.

Cuando una pareja entra por primera vez en la consulta, lo primero que les explica María Ángeles Cuevas son los tres factores que los psicólogos consideran esenciales a la hora de mantener una relación. «Es un triángulo formado por la pasión, la intimidad y el compromiso», detalla. La pasión está vinculada al principio de las relaciones, «se trata de una atracción más bien física con mucha química. Es la parte más sexual, más afectiva, y en ese momento las personas mostramos un selfie de nosotros mismos en el que enseñamos lo bueno», detalla. Luego viene la intimidad, que según la experta es el factor más importante, que indica la madurez de esa relación, el conocer al otro y aceptarlo tal y como es. «En esa intimidad, que no significa privacidad, hay momentos en común pero también individuales. Aquí entra el ocio, la convivencia, y dos elementos indispensables, la admiración hacia el otro y la comunicación», subraya.

El siguiente paso es el compromiso, que significa compartir un proyecto y un estilo de vida, una complicidad. Se hacen fundamentales la confianza y la fidelidad, y el triángulo se cierra», explica.

Cuando las parejas llegan a la consulta con uno de estos tres factores dañados (pasión, intimidad o compromiso), se puede trabajar sobre ello. «Pero muchas veces vienen con todas las áreas tocadas y es necesario realizar un análisis profundo. Casi siempre hay que comenzar por la intimidad, el factor más importante, porque si no tienes una buena comunicación con tu pareja es probable que fallen muchas más cosas», sostiene.

Más individualistas

Además, los tiempos han cambiado y a esos tres factores se unen dos más. «Primero, el estilo de vida, que se ha transformado. Antes el proyecto general era casarse y tener hijos. Ahora no son prioridades, de modo que cada miembro de la pareja puede tener sus propias expectativas». Segundo, existe un exceso de individualismo en las personas, de modo que cuesta ser flexibles en una relación, ya sea con la pareja o con la familia. «En la primera consulta muchas veces surge la frase ‘yo soy así y no voy a cambiar’, y eso hay que trabajarlo. Todos tenemos una personalidad pero el ser humano evoluciona», señala la psicóloga.

¿Y cuáles son los problemas más comunes en la convivencia? «Hay tantas parejas como tipos de personas, pero podemos hablar de un cierto patrón en las desavenencias», aclara la profesional. Y aunque muchos acudan pensando que su conflicto está en la sexualidad o en la infidelidad, la mayoría de las veces el origen hay que buscarlo «en la falta de comunicación, de la que parte en muchas ocasiones todo lo demás».

Son discusiones diarias sobre los mismos temas que se enrocan año tras año sin llegar a un acuerdo, generalmente relacionadas con el reparto de las tareas domésticas y familiares. «Se trata de buscar el equilibrio entre lo que piensa uno y otro, y eso hay que trabajarlo con la pareja. Los psicólogos no les decimos cuánto tiempo hay que limpiar y cuánto irse de paseo, ellos lo reflexionan pensando cómo afecta su comportamiento a su compañero», explica la terapeuta.

Tras la comunicación y la corresponsabilidad en las tareas, que suelen ir parejos, el tercer conflicto que más afecta a las parejas es la monotonía. «Cuando uno deja de cuidar la relación, cuando no lucha, cuando no sorprende al otro, cuando nunca se disfruta de un rato realmente en pareja, esa monotonía es difícil de combatir aunque no imposible», relata María Ángeles Cuevas. De hecho, otra de las frases más comunes en su consulta es ‘yo no sé cómo nos enamoramos, con lo diferentes que somos’. «Pero se puede ser diferente y compartir una relación», aclara.

La disyuntiva de tener hijos

A partir de estos tres problemas principales suelen llegar los demás, desde los celos a la dependencia emocional, las infidelidades o las dificultades sexuales... Existe otro tema que hoy genera serios desencuentros en la pareja: «Cuando una parte quiere tener hijos y otra no». En esos casos también buscan ayuda profesional. «Al fin y al cabo la gente es libre de seguir o no con una relación y necesita que le genere satisfacción, por eso se animan cada vez más a recurrir a un terapeuta», reconoce la profesional.

Finalmente, María Ángeles Cuevas muestra su inquietud por el cambio de tendencia que aprecia entre los más jóvenes, que vuelven a practicar actitudes intolerantes muchas veces permitidas por ellas. «Llegan a ver normal algunos comportamientos, por ejemplo que las controlen, y el origen del problema está en la educación que reciben a través de medios tóxicos, sin que ningún adulto supervise esos contenidos», advierte la psicóloga.