TCton el estreno de su habitual spot publicitario, los señores de la Lotería nos han recordado esta semana que falta poco más de un mes para la Navidad. 'El calvo' ya no es el protagonista pero han recurrido a los hologramas de Raphael y la Caballé que con sus voces eternas son los encargados este año de meternos en situación y darnos vía libre a las habituales discusiones previas a estas fiestas tan "entrañables": que dónde cenamos este año, si con tus padres o con los míos, si hacemos amigo invisible o pasamos de regalos que hay crisis, si ponemos pavo o langostinos, que la cuñada no cocina y siempre me toca a mí, que tu hermano se ha acabado el mueble-bar... En fin, que parece que vivimos atrapados en un bucle que se repite año tras año con sus tópicos y esa segura tranquilidad de las rutinas que hace llevaderas hasta las peleas. La única protagonista del anuncio que nos devuelve a la realidad y demuestra que sí, que el tiempo pasa para casi todos --menos para Montserrat y Raphael, claro-- es una irreconocible Niña Pastori cuyo infantil apelativo ha dejado de hacerle justicia a sus ya hechuras de mujer crecidita.

Además, hace unos días otro niño --este sí sigue siendo todavía niño-- con sus preguntas me acabó de poner los pies en el suelo. Mientras hacíamos cola en la pescadería Tomasito miró atónito el acuario donde nadaban los bogavantes y me preguntó: "Mamá, ¿Por qué están ahí secuestrados todos esos cangrejos? ¿Nadie los va a liberar?". No me quedó otra que contestarle que sólo podrían liberarlos quienes tuvieran el dinero suficiente para pagar el rescate. La verdad es que lo único que "liberamos" los que allí estábamos aquella tarde fueron un par de pescadillas y unas pocas sardinas. La cosa no está para bromas y los "cangrejos" de otras épocas no llegarán a muchos platos estas navidades. Puede también que este año discutamos algo menos porque algunos se tuvieron que marchar y solo nos acompañarán vía skype o desde el recuerdo de su ausencia.

Contradiciendo a otro clásico, la vida no sigue igual, y el formol solo sirve para conservar a la gran diva de la ópera, al marido de Natalia Figueroa y la caspa de algunos publicistas. Mientras, los demás intentaremos pintar el mundo de colores nuevos, como dicen en otro anuncio turronero un poco más moderno, con la esperanza de que el futuro esté hecho con nuestros sueños.