Sólo Félix Carrasco Pavón, un exferroviario tallista-escultor, sabe que en Monfragüe hay monstruos. Sólo él conoce el lugar donde se esconden: dentro de las encinas muertas. Félix adivina bestiales bosquejos en las raíces calladas de las encinas centenarias que han perdido su savia. Para capturar estas fieras, este hombre octogenario hurga insistentemente con su afilada gubia en las cuevas del misterio donde habitan sierpes y animales recónditos, ofusca con sus dedos creadores en el secreto de la madera vencida de las encinas y de los olivos, hasta dar con contornos de monstruos impensables.

Félix es un artista cuya obra parte de lo casual, de lo que le ofrece una enrevesada raíz de árbol --ya perdido-- moldeada a capricho de la naturaleza. El se adentra en el frondoso paraje de Monfragüe y, cual hábil cazador de alimañas fabulosas, saca su olfato imaginativo --un arma que agrede con el silencio-- hasta descubrir un tronco provechoso; lo acarrea, lo encierra en su estudio y lo manipula con manos apasionadas de artista para sacar de su escondrijo esos monstruos de Monfragüe.

Félix es un pensador de metamorfosis vegetales. Dice que desde muy chico jugaba con pequeñas raíces perdidas bajo las secas hojas de árboles que morían cerca de las estaciones de trenes donde vivía. "Dentro de cada raíz hay una figura, un ser humano, animal o vegetal. Yo me limito a imaginarlo aprovechando su forma, luego lo invado con mi gubia y provoco su metamorfosis", explica el octogenario escultor. Puede que detrás de esos mansos monstruos apócrifos de Félix Carrasco que habitan un mundo inanimado, se escondan otros monstruos, estos tan crueles y fieros que no dudaron en encender el fuego para apagar la vida de un árbol. Pero, agraciadamente, a ese árbol un artista le dio nueva vida.

Félix Carrasco Pavón nos presenta su obra ´La rebelión de los monstruos´ en el Ateneo de Cáceres, hasta el día 31 de marzo.