El Sol es el responsable de casi todas las fuentes de energía inagotables que tenemos, al generar corrientes de aire, evaporación, nubes y lluvias, de las que surgen diferentes formas de energías renovables como la eólica, hidráulica, geotermia, biomasa, etc. La Tierra recibe energía solar equivalente a 10.000 veces el consumo energético mundial, con una radiación anual media en España entre 2000 - 1400 kWh/m2. En el caso, por ejemplo, de la provincia de Cáceres, disponemos de 2.698 horas de sol al año con un aporte de 1680 kWh/m2.

Ante estos datos sólo cabe hacerse una pregunta: ¿Cuál es la razón por la que no utilizamos, e incluso perjudicamos, la mayor fuente inagotable de energía que poseemos, el Sol, mientras España importa energía primaria contaminante por valor superior a los 50.000 millones de dólares que la ONU considera necesarios para acabar con el hambre en el mundo? Si además, en términos de energía final, la producción de electricidad en España costó 23.211 millones de euros en el 2008 (incluidas las primas a las renovables que el Gobierno ha eliminado) y 17.493 millones de euros en el 2009, ¿Cómo los usuarios domésticos pagamos 11,24 céntimos de euros por kWh en 2008 y 12,94 céntimos en el 2009? (CNE-Eurostat). La respuesta está implícita en las dos preguntas.

Pero el hecho es que, como viene denunciando la comunidad científica desde hace décadas y reconocido ahora en órganos gubernamentales, el cambio climático generado por las emisiones de CO2 eq, exige que prime la razón y el bien común a otros intereses, concediendo prioridad a todas las fuentes de energía no contaminantes. En una conferencia de un reconocido naturalista español, al mencionar esos hechos, puntualizaba que lo que diferencia a una buena persona de la que no lo es, es la perspectiva del bien futuro común y resultan de dudosa ética aquéllos que no desean un mundo mejor para sus hijos.