TPtrimer día del verano. Todo el calor que llevamos ya dentro más este insoportable sopor que nos deja en el ánimo tan cruel final de primavera. El año es tan atroz y malo que no nos queda- más que pasarlo. Protestamos ante las altas instancias de los poderes divinos, sobrenaturales, naturales o humanos por hacernos pasar por año tan parco en bondades y tan largo en adversidades.

A las ocho ante meridianum, un sol de justicia; pero aún así salimos a esos parajes inhóspitos de la soledad dominical. Dominical u ordinaria, porque por esos campos no hay ya ni una rata, como el que dice. No más, algún ganadero en su furgoneta que va a llevarle el pasto a la vacada, y en cuanto termina huye del calor hacia su casa. Eso sí, alambres que no falten, ni vacas. Hay espacios tan abonados por las deposiciones vacunas que es imposible sortearlas. Así será, si así tiene que ser, claro.

Un amplio carril, que acaba transformándose en carretera de asfalto, nos lleva hasta una anchura semejante a una rotonda. ¿Y esto?, para facilitar la visita al turista. Sí, señor. Pero no hay nadie, ni un alma.

¿Serán estos dos cerros, llenos de muros milenarios, ´Ad Sorores´? ¿Serán Las Dos Hermanas de aquella ´mansio´ romana? Tal vez no lo sepamos nunca; pero, en voz baja, estando a 18 kilómetros de la Calzada, mucha distancia parece ¿no? En fin.

El Tamuja traza una curva de ballesta entre San Polo y San Saturio, ¡perdón, que me voy al poema de Machado!, quiero decir en torno a los dos castros; y en ellos, excavaciones abandonadas que dejan al aire el trazado de aquellos hogares de la gente de hace tantos siglos, murallas que han guardado, milagrosamente, la estructura granítica de las capas inferiores, hornos apenas percibidos, el imponente foso de defensa, tantas cosas- Pero sobre todo, la impronta del abandono, la desidia, el inexorable deterioro.

Qué le vamos a hacer. Esperemos que algún día la autoridad competente se ocupe de recuperar estas admirables huellas de aquellos que nacieron, vivieron y murieron donde lo hacemos ahora nosotros; con la diferencia de algún milenio que otro, claro. Y aviso para navegantes: de ningún modo tratamos de enmendar la plana a los profesionales de las huellas de la Historia.

El hecho de que amemos, como a pocas cosas, todo ese ingente material que resiste el paso del tiempo y nos muestra, un poco, cómo fue la vida de nuestros antepasados, no interferirá nunca en la labor de los profesionales, ¡Dios nos libre!, ni pretendemos algo que no sea la recuperación del patrimonio histórico y cultural de estos cada día más tristes campos de soledad y mustios collados. El caso de Tamusia, por no ir más lejos.

Cuando regresábamos, apenas iniciado el refulgente cenit del día, un chajuán insoportable caía sobre los campos de encinas y los páramos desolados y ardientes. Como el primer día del verano sea premonición de lo que nos espera, habrá que proponer a nuestros amigos aficionados a las escurribandas matinales y dominicales, salir en pos de las huellas del pasado a las horas oscuras del ultimo tercio de la noche, cuando el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias, como tan lindamente escribió el poeta.