ANTE LA ALERTA SANITARIA

Complicidad

Fernando Armestar

La lucha contra la infección por coronavirus está afectando muchos aspectos de nuestras vidas, y eso no es diferente para los trabajadores del sector sanitario. Las personas que formamos parte de este sector nos hemos tenido que enfrentar y exponer a enfermedades contagiosas desde siempre. Pero eso no significa que seamos diferentes a los demás. Formamos parte de un núcleo familiar y padecemos como cualquier persona, lo cual a veces se olvida. Ahora más que nunca necesitamos ser comprendidos. Muchas veces, el ciudadano de a pie intenta culpabilizar al profesional sanitario por los problemas que ocasionan las enfermedades y no somos conscientes de los límites que tiene la ciencia médica. Esta infección es un ejemplo claro de nuestras carencias en el abordaje de las enfermedades. En estos momentos tan difíciles necesitamos la complicidad de la población y seguramente la educación en salud es imprescindible para todos los ciudadanos. Con ello todos podríamos contribuir a la lucha contra las enfermedades.

LA CRISIS DEL COVID-19

Mi familia, en Ecuador

Juan Palmero

Cornellá

Somos una familia de seis miembros. El 1 de marzo, mi mujer se fue a Guayaquil junto a mis cuatro hijos, de 8 meses, 4, 6 y 8 años de edad, a conocer a sus abuelos maternos, primos, tíos y demás familiares. En medio de este viaje placentero se aprobó el estado de alarma. Iberia nos canceló el viaje de vuelta, mi mujer fue al consulado de España en Guayaquil y está cerrado. Llamamos sin parar y no contestan, por fin encontré un e-mail del consulado y me dirigí a ellos, pero solo recibí una respuesta automática. No sabemos nada más, la cosa está complicada en todas partes, pero en Ecuador la sanidad no es como en nuestro país. El dinero para seguir enviando se me acaba. Este iba a ser un viaje de placer, para el que ahorramos con mucho esfuerzo, y ahora nos sentimos abandonados.

Vecinos molestos

M. Carmen Miril

Barcelona

No todos los vecinos se comportan adecuadamente y sin molestar en su confinamiento. Tengo unos vecinos jóvenes, y él se dedica a dar clases on line de gimnasia cada día entre las seis y las ocho de la tarde. Esto no sería un problema si no fuera porque es una finca de 60 vecinos con dos escaleras, y el suyo un quinto piso que linda con el mío. Todas las tardes con su música a tope y con su micro; cada vez que se pone a saltar se pueden imaginar cómo te pone la cabeza. Primero dijimos: «Va, como son 15 días...», pero esta situación no parece tener fin. Lo peor es que dice que él en su casa hace lo que le da la gana.

El fútbol, a la trinchera

Sonia Benedé

Badajoz

Indemne hasta hoy ante cualquier crisis, el mundo del fútbol ha vivido ajeno a las repercusiones económicas y, por ende, sociales que han producido. Contrariamente a cualquier lógica, la gran recesión del 2008, que generó a nivel mundial una crisis crediticia-hipotecaria y de confianza en los mercados, tampoco afectó a esta casta intocable. Sin embargo, los intocables se han visto sorprendidos por una crisis, la del coronavirus, que no hace diferencias de ningún tipo y que, por primera vez, va a llamar al mundo del fútbol a las trincheras con la obligación de luchar como uno más para conseguir un futuro mejor.

Okupas de mudanza

Carlos Corbacho

Sant Boi

El pasado 7 de abril unos okupas entraron en un piso de mi comunidad. Ahora los que ocuparon la vivienda ya no están, hay otros que hicieron la mudanza con una furgoneta. Se trajeron hasta la nevera. Por lo que parece, ellos pueden circular y cambiar de domicilio con toda impunidad. Debe ser que las leyes relativas a la ocupación prevalecen sobre las de sanidad. Soy asmático y mi vecino tiene una enfermedad muy grave, y estamos en estado de alerta. Antes teníamos un entorno estable y controlado. Ahora, incontrolado y en peligro.