Cuando los diagnosticados de esquizofrenia paranoide criticamos el comportamiento de las personas sanas hacia nosotros, no se nos hace caso porque suponen que nuestra crítica parte de nuestro pensamiento delirante. En nuestra particular Luz de gas, aguantamos que los terapeutas nos exploren y nos pongan trampas en las consultas como si estuviéramos siempre en fase aguda, de la cual, en mi caso, ya hace 23 años. Eso me duele y me hace dudar de mí mismo y de mis profesionales de salud mental. Hace más de 40 años, todos estos enfermos de mi generación que sufrimos rechazo éramos chicos y chicas alegres, inteligentes, espirituales, esperanzados, cultos y atractivos. Cuando tuve mi episodio autorreferencial, pedí ayuda a la familia, a los médicos militares y a mis psiquiatras. Recibí incomprensión, culpabilización, ingreso en el calabozo y en el psiquiátrico, burlas de profesores y alumnos en la universidad, rechazo y supuesto de incompetencia en el mercado de trabajo, así como incapacitación por parte de un juez. ¡Y todavía hay quien nos culpa de los males de nuestra sociedad!