PROBLEMAS RESPIRATORIOS

Mascarillas con válvula

Jon García Rodríguez

Me está costando Dios y ayuda encontrar en las farmacias mascarillas del tipo FFP2, FFP3 o Kn95 con válvula respiratoria. Huelga decir que en «en la selva online» este tipo de mascarillas se pueden conseguir sin problema. Pero, además de tener unos precios desorbitados, si decides comprarlas, debes ponerte al día en la legislación que regula las EPIs --grabados y etiquetados que obligatoriamente deben tener--, si no quieres llevarte a casa gato por liebre. El caso es que, a pesar de que ahora las farmacias, e incluso en los supermercados, se están abasteciendo sin problemas de mascarillas EPIs, siguen sin ser dispensadas con válvula. Seguramente, el lector se estará preguntando por qué me ha entrado esa paranoia de querer comprarlas con filtro respiratorio. Pues ahí va la explicación: hay personas que sufrimos de disnea -problemas para respirar- porque padecemos de problemas cardiacos, neumológicos, asma, u otros. Y hay personas que, por su avanzada edad, también la sufren. Las mascarillas, como de sobra se sabe, producen resistencia en la inhalación y exhalación respiratoria. Tan es así, que en los envoltorios que vienen, se advierte a los sanitarios que deben tener mucho cuidado a la hora de colocársela a un paciente si este sufre de alguna de las patologías ‘ut supra’ indicadas. El otro día leí una directriz del Ministerio de Sanidad que aconsejaba lo siguiente: «las mascarillas con válvula no deberían utilizarse en ambientes estériles, ni tampoco en el caso de pacientes infectados con covid-19». Y entendí, entonces, por qué no se venden. Cuando terminé de leerlo, me asomé a la ventana y observé como un octogenario que daba un paseo se quitaba su mascarilla quirúrgica y se la metía al bolsillo, porque le creaba disnea. ¡Parece que es peor el remedio que la enfermedad! Creo que Sanidad debe reflexionar sobre esto y encontrar cuanto antes una solución.

SÍNDROME DE PROCUSTO

Políticos honestos

Araceli Palacios Alfonso

Zahínos (Badajoz)

No iba a escribir nada sobre el tema, uno de los muchos que me duelen en estos dos meses, pero tantas loas a esa persona estoy leyendo y escuchando que quieren ser mis palabras como piedras directas a las conciencias, o a ese lugar del cerebro que sirve para reflexionar, si es que todavía lo conservamos.

Nos quejamos, un día sí y otro también, de que en España no hay políticos honestos. Seguro que sí los hay, pero en este país al que sobresale se le corta la cabeza, o los pies. Se le ridiculiza, se le tacha de mentiroso, de iluso o de loco. Creo que padecemos el síndrome de Procusto de manera crónica y endémica. No nos gustan los que destacan. El último ejemplo lo tenemos en las mofas generalizadas infligidas a ese gran experto, honesto, sincero y accesible que es Fernando Simón. Sí, sé que no es político, pero sirva como ejemplo de lo que digo. Y sangrante además.

Tanto es así, que estoy convencida de que si Pepe Múgica hubiera nacido en estas tierras, nunca hubiera llegado a ser más que un hazmerreir. Pues mira tú, los uruguayos lo eligieron presidente. Y resultó ser el mejor mandatario de su historia. Simplemente fueron listos.

Nosotros tuvimos la oportunidad de haber tenido un presidente igual que Pepe. Me refiero, como no, a Julio Anguita. Pero no lo votamos. Estaba en las papeletas. Estuvo muchos años. Pero no lo elegimos. Y nunca sabremos qué hubiera sido de España al mando de una persona como él.

Por eso me da coraje cuando ahora nos rasgamos las vestiduras hablando maravillas de su honestidad y de su buen criterio; de su honradez y valentía. Y no sólo hoy, sino desde que abandonó la vida política y siguió con su sencilla labor de maestro.

Y no puedo por menos que acordarme de un refrán muy viejo, pero muy cierto que en pocas palabras resume esto, que quiere ser un pequeño tirón de orejas generalizado: «Después del burro muerto, la cebá al rabo».

Que la tierra te sea leve, maestro.