Sr. director de el Periódico Extremadura, agradecería que tuviera a bien publicar esta carta-testimonio:

El día 13 de noviembre mi marido tenía fiebre alta y fue al Centro de Salud de la Barriada de la Paz de Badajoz, en persona porque tras reiteradas llamadas, no consiguió que le pasaran con su doctora de cabecera, ni con ningún otro médico para recibir atención médica telefónica, que es como se está dispensando en la actualidad.

Lo primero que hicieron fue dar por supuesto que podría tener la Covid19, tratándole más o menos como de apestado; le hicieron la prueba, y el resultado fue negativo. Sin embargo, el trato no cambió. A pesar de este resultado, y de que mi marido la informó de que tenía fiebre, dificultad para respirar y cierta opresión en el pecho, la médica de familia, ni se acercó para reconocerlo u auscultarlo y le pautó paracetamol y mucha agua, como el de la famosa serie televisiva.

Al seguir con fiebre y ante la mala atención que le dispensaron dos días antes, se fue al centro de urgencias del Perpetuo de Socorro, donde le diagnosticaron posible infección por Covid19, y lo enviaron de nuevo a casa pero esta vez con paracetamol, nolotil y más agua. La fiebre persistía, la respiración era cada vez más costosa, y la debilidad de mi marido era aplastante, por lo que decidimos ir a las urgencias del Hospital Universitario, donde desde el primer instante en que llegó, le hicieron toda clase de pruebas y el diagnóstico fue de neumonía, en grado superlativo.

Al no haber cama libre en planta, estuvo en la sala de observación hasta que lo llevaron a la planta quinta este, de covid, porque era el único lugar donde había un sitio libre.

No todo es covid; las enfermedades de siempre siguen conviviendo con la pandemia y necesitan una respuesta, pero no se están atendiendo como debe hacerse. Las personas que estudian medicina, supongo que lo hacen para ejercerla tanto en periodos de pandemia como en periodos de salubridad. Entiendo que el miedo es un factor atenuante, pero si no están preparados para atender a los pacientes y para dispensarles el trato que merecen, que se dediquen a otra profesión en la que no tengan que enfrentarse a epidemias ni a enfermedades que puedan contagiarles.

Y todo esto, lo escribo, sin ánimo de generalizar, porque la gran mayoría de profesionales de la sanidad, son profesionales de altura, que ponen la salud del paciente muy por encima de la suya y la de su familia, así lo he vivido en los años que he trabajado de limpiadora en el anteriormente llamado Infanta Cristina. No sé si hay algún motivo que desconozco, por los que hay que proteger a los sanitarios de ambulatorios (atención telefónica para no correr riesgos) y no a los hospitalarios (presencial y con dificultades enormes para cubrir bajas, que las hay y muchas, por contagio).

He dejado pasar el tiempo para escribirlo porque el enfado hace que se actúe desde el corazón y no desde la razón, perdiéndose la objetividad y metiendo en el mismo saco a quienes por su alta profesionalidad, no lo merecen. En este sentido quiero nombrar a la neumóloga doctora Cordero y a la enfermera Beatriz Polo, y a toda la planta quinta este, donde mi marido ha estado ingresado una semana y pico, con una enfermedad, neumonía, que, si hubiera sido diagnosticada desde el primer momento, se habría solventado con unos antibióticos y sin ingreso.

Espero que mi testimonio sirva para que no se repita, para que las autoridades sanitarias analicen la situación, y se vuelva a atender a las personas como siempre se ha hecho, de forma ambulatoria presencial porque sería, entre otras cosas, un gran filtro para que los hospitales no estén colapsados como ocurre en la actualidad, y dejar de echar culpas a jóvenes, a niños, a mayores, del aumento de casos, sin tener un análisis verdadero de la mala gestión que están llevando a cabo en España y en Extremadura, donde ocupamos uno de los puestos más altos en contagios y defunciones por covid.