La cacereña Clara Orantos ha vivido el coronavirus a 2.643 kilómetros de su casa. Y, pese a lo difícil que ha sido y que es estar lejos de sus seres queridos, se puede decir que ha tenido suerte. Ha pasado el confinamiento por el virus en uno de los países de Europa que menos ha estado confinado por la pandemia. Le ha cogido en Horsens, una localidad que está cercana a Aarhus, la segunda ciudad más poblada de Dinamarca, donde está cursando sus estudios universitarios.

«Al principio fue muy duro para mí, veía a mis compañeros volver a casa y yo no podía regresar con mi familia, pero pasado un tiempo empecé a sentirme una privilegiada», cuenta Clara desde su residencia universitaria en Horsens. En Dinamarca ha estado en todo momento permitido salir a la calle y reunirse en grupos menores de diez personas, «en parques, en la playa, sin franjas horarias, el confinamiento ha sido más llevadero», añade. Cuando veía en los medios de información imágenes de cómo se estaba pasando la enfermedad en España, Italia o Francia, la sensación era que en Dinamarca «parecía que no se notaba».

Dinamarca fue uno de los primeros países que reaccionó por la enfermedad y el pasado 15 de abril ya habían vuelto a las clases los niños de menos de doce años. Desde el pasado día 11 están abiertas todas las tiendas y centros comerciales, mientras que el 18 de mayo regresó la actividad a cafés, bares, restaurantes y bibliotecas. Es uno de los países con el índice de letalidad por el virus más bajo de Europa.

Clara, de 20 años y estudiante de Derecho y Empresariales, está este curso en Horsens, con el programa Erasmus. Cuando en marzo la pandemia causaba sus peores efectos, no pudo regresar en avión a España, «solo los que podían desplazarse en coche, como los alemanes, holandeses o los polacos, lo hacían, los que teníamos que coger un avión, no», recuerda Clara. Sin embargo, en todo momento han podido salir a la calle. «Había más presencia policial, pero se ha podido ir a la playa o a los parques o realizar actividad deportiva en el exterior», puntualiza. La mascarilla no ha sido obligatorias, aunque su uso se ha recomendado.

La familia

Las primeras semanas fueron las más difíciles por la preocupación por su familia en Cáceres, «cuando iban pasando los días y veía -ha hablado con ellos por skype- que estaban bien y que no presentaban síntomas, me relaje; por la que siempre he estado más preocupada ha sido por mi prima, que es médico».

Al principio, cuando lo que iba ocurriendo en Italia se repetía en España, sus compañeros italianos se sorprendían de que en su país no se hubiese actuado antes contra la pandemia. Y según pasaban los días la pregunta era «cómo se estaba gestionando así y cómo se nos había ido de las manos».

Aunque siente nostalgia por su país y echa de menos a su familia en Cáceres, no sabe si se quedará en Dinamarca hasta julio, «aquí hay una situación que es cada vez más de normalidad». Su experiencia en el país nórdico es positiva, aunque se notan las diferencias tanto por el clima como por el horario de las comidas, la acogida entre los daneses ha sido muy buena, «son muy educados serviciales; fríos, pero siempre dispuestos a ayudarte con paciencia».