Con cada nuevo disco, la cantante y compositora rock Angel Olsen crece en sonido y amplitud estilística sin perder intimidad ni credibilidad emocional. En su álbum de debut, Half way home, publicado allá por el 2012, gastaba modos de trovadora solitaria en baja fidelidad. Pero dos años después, Burn your fire for no witness la presentaba al frente de una banda rock. Y sin embargo, en la segunda mitad de MY WOMAN, los sintetizadores se imponían a las guitarras. All mirrors iba a ser una vuelta a los orígenes, pero acabó siendo otra vuelta de tuerca. Es el primer álbum en el que esta artista conocidamente controladora ha querido delegar de verdad. Lo que iba a ser un disco con algunas cuerdas se convirtió, a través de la estrecha colaboración con el compositor Ben Babbitt y el arreglista Jherek Bischoff, en monumento de pop orquestal. Para Olsen es un disco de muchas rupturas: con una forma de trabajar, con un antiguo amor, con un yo anterior egoísta… Es importante para ella, pero también para la música. Como los discos que realmente importan, no sirve de ruido de fondo; capta toda la atención.