Ang Lee no es hombre dado a la prisa, ni a precipitar acontecimientos. Seguro que en la mesa mastica y mastica antes de engullir. Le salen guapas, como Brokeback mountain , o la presentada ayer en Venecia, Lust, caution . Pero son larguitas.

Nos pide paciencia y dos horas y media para relatarnos un thriller de espionaje ambientado en el Shanghái ocupado por los japoneses, en los años 40. Pero a medio camino del filme, Lee lo reconvierte en un melodrama de intriga emocional que nos pone frente a un affaire superapasionado, tensado por el misterio de las sospechas calladas.

El director ha tenido el gesto de animarnos con unas explícitas escenas de sexo fiero y gimnástico. Serán vitales para definir la naturaleza de la relación, pero le han supuesto la calificación más restrictiva posible en Estados Unidos, la que se asigna normalmente a las películas pornográficas.

Ang Lee ya ha dicho que conforme, que no pasa nada. Mucho más esquivo se expresa cuando se le pregunta por la polémica más comentada en la Mostra veneciana. Taiwan ha hecho llegar una protesta seria, formal y enérgica a la organización por sugerir que la película es china. En el casillero de país de procedencia pone Taiwan, China. Ambos países se separaron en 1949 tras una cruenta guerra civil, pero el gigante asiático siempre ha mantenido sus aspiraciones territoriales.

La organización hizo una nota oficial asegurando que ponen lo que les dicen los productores. Ang Lee, nacido en Taiwan hace 52 años pero residente en EEUU desde los 80, optó por silbar. "Espero que la película hable por sí misma. No puedo decir más sobre este tema".