Ángel Sala, director del Festival de Sitges, hace balance y sacar algunas conclusiones sobre el estado del cine fantástico actual.

-El palmarés de este año parece reunir todo el universo del cine, un espectro que va del cielo de Lazzaro feliz al infierno de Climax. De algún modo agrupa todo lo que es el cine de género ahora mismo.

-Esa es una de las intenciones del festival: reunir un poco las diferentes maneras de entender el fantástico, que son muchas hoy en día. Es un género tan grande, tan importante, que abarca tanto público... La decisión del jurado me parece acertada; ha hecho una recopilación muy buena de lo que ha sido la selección.

-Películas excelentes como ‘Fuga’ o ‘Burning’ son más drama de autor que fantástico. El eclecticismo de Sitges es cada vez mayor. ¿Qué sería lo que no cabe en este festival?

-Lo que no cabe en Sitges es una película excesivamente convencional. Podemos tener un drama si está tratado de forma innovadora. La inclusión en el programa de algo como Fuga ha sido polémica, incluso en el seno del comité de selección. Volviendo a la pregunta, lo que no cabe en Sitges es cine convencional, primario, que desgraciadamente se ve mucho en salas y en otros festivales.

-¿No tiene la impresión de que, en cuanto a calidad, ha sido una de las mejores ediciones, si no la mejor, de los últimos tiempos?

-Yo siempre he sentido que era una edición muy buena. Pero eso no lo ves claro hasta que lo refrendas con el público, con la crítica. A veces, películas muy alabadas en Sundance o Cannes llegan aquí y no causan la misma impresión. O al revés, películas vapuleadas en estos grandes festivales aquí sí que tienen un protagonismo. Ha pasado con Under the Silver Lake, que aquí ha entrado muy bien. O con La casa de Jack, de Lars von Trier. Probablemente haya sido una de nuestras mejores ediciones, sobre todo en la sección oficial.

-Últimamente parece que se juzga las películas menos por sus valores artísticos que por sus valores morales. Parece difícil crear algo sin que se ofenda alguien. ¿Sienten que eso está afectando al cine de género y a la clase de imágenes que se presentan?

-Yo espero que no. Debe ser el cine de género el que acabe con esta inquisición puritana que estamos viviendo. Ya no solo a nivel de contenido, también a nivel de forma: todo lo que se sale de un canon establecido es criticable, vapuleable por todo el mundo... El fantástico ha sido siempre un género progresista, abierto a las innovaciones y a todo tipo de argumentos. Espero que no se vuelva conservador ni puritano. Sería un grave error. Muchas películas que han dejado huella en los últimos tiempos destacaban por aproximarse de forma radical a contenidos, conceptos e ideas visuales. Es el ejemplo de madre!, de Aronofsky, que no ha sido un éxito de taquilla, pero se sigue hablando de ella un año después de su estreno. O películas que no se han llegado ni a estrenar comercialmente, como Under the skin, radical e innovadora.

-Netflix está cada vez más presente en el festival. El público, además, aplaude el logo. ¿Será posible una armonía entre la exhibición tradicional y el streaming?

-Debe de ser así. Yo soy muy partidario de la aparición de Netflix y otras plataformas similares, de contenidos innovadores para home video. Han permitido a mucha gente ponerse más en contacto con el cine. Y además están llevando una política de producción y programación muy valiente y muy arriesgada. Si no tuviéramos Netflix, no tendríamos la posibilidad de ver películas como El apóstol en buenas condiciones, en versión original subtitulada, en un nivel de alta definición contundente. Estamos en un mundo nuevo. Gente como Guillermo del Toro te dice que todo esto es una buena noticia. O Scorsese, o Cuarón, que han hecho sus últimas películas para Netflix. Esas producciones están ahí y son cine, distribuido y producido de otra manera. Posiblemente, las formas convencionales de distribución y exhibición han acabado.

-¿Cómo ha sido la experiencia del Serial Sitges este año?

-Yo estoy muy contento por la presencia de estas series en Sitges, en pantalla grande. Pero creo que deberían poder verse de otra manera en los festivales. Quizá se podrían presentar a concurso en una sección oficial. Estoy viendo series magníficas, episodios que superan cualquier ficción cinematográfica.

-La experiencia, en cambio, de los ‘youtubers’ parece que no ha sido demasiado estimulante, sobre todo tras la controvertida proyección de ‘Bocadillo’, de Wismichu.

-El balance para mí es positivo. La presencia de El Rubius con Virtual hero funcionó muy bien, nos abrió a un público que no teníamos. Y lo de Wismichu ha provocado una reacción que nosotros no entraremos a valorar. Ya he dicho por activa y por pasiva que me disculpo por si alguien se ha sentido perjudicado. El problema no fue la presentación en sí, que puede ser criticable o no, que te puede gustar o no. El problema fue la reacción de ciertas personas en redes sociales, en una actitud absolutamente deleznable.

-Este año no había a concurso ninguna película catalana y española. ¿Tan difícil es la situación de la industria local?

-Si hubiese habido alguna película catalana la habríamos puesto en un punto importante de la programación. En un momento en el que hay una apuesta internacional por el fantástico, que el cine de terror arrasa en taquilla y que mucho talento joven quiere hacer género, no se entiende que en España y Cataluña se apueste por él con cuentagotas.

-Otras cinematografías como la de Hong Kong o Francia también parecen ir a la baja. ¿Cuáles son, en su opinión, las potencias de cine de género ahora mismo?

-El cine iberoamericano es el nuevo escalón para el género. Hay mucha valentía. Hemos visto en Sitges películas estupendas, no solo Muere, monstruo muere, sino también El ángel o Aterrados.