La más dolorosa decepción vivida hasta la fecha en este Cannes ha llegado de la mano de Arnaud Desplechin, que pasa por ser uno de los directores más talentosos y reconocidos de Francia y que ayer presentó en la competición del certamen Jimmy P., Psychotherapy of a plains indian , un tratado psiquiátrico pretencioso y plomizo disfrazado de relato sobre la amistad.

Se trata de su primera película rodada en Estados Unidos, ¿será ese el motivo del patinazo? "En ningún momento pensé que era mi primera película americana", explicó ayer Desplechin para restarle importancia al cambio de escenario. "Tenía que hacer esta película y solo podía hacerla allí". Es precisamente esa necesidad lo que, de entrada, resulta difícil de entender, qué posibilidades vio el director de Un cuento de Navidad (2008) en Reality and dream , el texto científico del psicoanalista Georges Devereux en 1948 acerca de su paciente, el indio nativo James Picard.

Sobre el papel, el tête à tête interpretativo entre Benicio Del Toro y Mathieu Amalric resulta prometedor. Sin embargo, a Desplechin le preocupan menos los personajes que el diagnóstico, y se recrea en el análisis de una sucesión de cuadros clínicos --traumas de infancia, complejos de Edipo--,que no le permiten poner en práctica sus evidentes dotes narrativas y estilísticas.

OTRO FRACASO También otro habitual de Cannes, Hirokazu Koreeda, rindió por debajo de lo esperado. Su nuevo trabajo, Like father, like son , relata el caso de dos bebés intercambiados al nacer --uno de una familia obrera, otro de un entorno acomodado--, y cuyos padres se ven enfrentados a un tumulto emocional cuando el error es descubierto seis años después.

Es un tema idóneo para el nipón, que obras previas como Nadie sabe (2004) y Milagro (2011) habló del abandono infantil y la separación de hermanos. Pese a ello, su película muestra una alarmante falta de sutileza dramática: Koreeda establece un facilón contraste entre familias --la una, acomodada pero rígida; la otra, humilde pero cálida-- que es pura condescendencia clasista, y se sirve de él para abadonarse a sus instintos más sensibleros, cursis y moralmente simplistas.