Conocida es la influencia de Japón en las corrientes renovadoras del arte de finales del siglo XIX. Sin el fenómeno del japonismo no se puede entender en toda su magnitud el impresionismo, el posimpresionismo, el simbolismo y el art nouveau. De hecho, los grandes artistas de la época, de Van Gogh a Degas, pasando por Manet y Toulouse-Lautrec, se sintieron fascinados por el arte japonés y lo coleccionaron. Hasta aquí, nada nuevo. Pero más desconocido, por poco explicado, no porque las vinculaciones no fueran ricas e intensas, es cómo este fenómeno enraizó en España, especialmente en Cataluña, a través de figuras como Fortuny, Picasso y Miró. Y a este último capítulo dedica CaixaFòrum la primera monografía celebrada nunca sobre el tema, Japonismo. La fascinación por el arte japonés , una exposición que recoge más de 300 piezas --entre pintura, artes decorativas y joyería--, muchas inéditas, hasta el 15 de septiembre.

Que la influencia y la fascinación por el arte del archipiélago asiático fue intensa y duradera, no una moda ligera y pasajera, lo atestiguan tanto la creación en todas sus manifestaciones artísticas: pintura y grabado, dibujo e ilustración, joyería y decoración, literatura y cine; como la vida cultural y comercial de la ciudad. De ambas cosas da fe la exposición.

Ricard Bru i Turull, comisario de la muestra, afirma que "el modernismo es el reflejo final de este coleccionismo y del acceso directo al arte japonés". Un acceso que empieza con la apertura de Japón, en 1854, tras dos siglos de aislamiento hermético y que llega a la Península como movimiento artístico de la mano de los artistas que estaban en París, con Marià Fortuny a la cabeza.