Aunque los Emmy solo los reconozcan desde el 2017, los supervisores musicales llevan ya bastante tiempo marcando el tono de las series y creando momentos icónicos. Sin la labor de Alexandra Patsavas como supervisora musical de O.C. quizá el rock alternativo nunca se habría vuelto un fenómeno mainstream en los dosmil. Y si ahora mismo Michael Kiwanuka suena en tantas casas, es en parte porque Susan Jacobs decidió que su tema Cold little heart sonara en los créditos de Big little lies. Los supervisores musicales construyen momentos audiovisuales inolvidables, construyen carreras, pero su oficio todavía es muy poco conocido.

Me lo dice Maggie Phillips, supervisora musical con experiencia en el cine independiente (Moonlight) y las series de cable (Fargo, El cuento de la criada, Homecoming, Legión, Mr. Robot): «Cada dos por tres he de explicar mi trabajo. Mis padres me preguntan qué deben decir a sus amigos. Lo más fácil es decir que me encargo de la banda sonora, que la superviso».

Elegir y conseguir

Esencialmente, el trabajo consiste en dos tareas, ninguna de ellas demasiado sencilla. Primero, ayudar a elegir las canciones; después, conseguir los derechos. «Por desgracia, esto último supone el 80% del trabajo y no es divertido», explica la supervisora musical de Moonlight. «Es de lo más aburrido. Supone lidiar con presupuestos, listas de entradas, papeleos, etcétera».

Pero, ¿y el 20% restante? El 20% restante es el sueño de cualquier amante de lo musical y lo visual: poner canciones a imágenes. «Consiste en eso, básicamente, pero cada proyecto es diferente. A veces tengo que proponer música a los cineastas antes incluso de que empiece a escribirse el guion; otras veces llego cuando ya han rodado todo. A veces trabajo muy cerca de los creadores, como con Noah Hawley en Fargo y Legión. Otras veces no».

Melómanos o no

Según explica Phillips, «casi todos los directores respetan y valoran el potencial de la música para elevar su historia». Pero algunos son melómanos perdidos y otros no. Noah Hawley es de los primeros; antes que guionista, quería ser músico. Sam Esmail es otro loco de la música; se nota en la originalidad de las bandas sonoras de Mr. Robot y, sobre todo, Homecoming, basada en la interpolación de partituras de grandes thrillers cinematográficos del siglo XX. «Si le soy sincera, no tengo un gran recuerdo de ese trabajo», confiesa Phillips. «Lograr los derechos de todo eso [extractos de Vértigo, Klute o Los tres días del cóndor, entre muchas otras] fue infernal. Estoy orgullosa de la serie y de lo esencial que era la música en ella, pero no sé si algún día podré verla sin recordar lo durísimo del desafío».

En algún caso, el showrunner no escucha en exceso al supervisor. Cuando pregunto a Phillips por el uso chocante y provocador de canciones en los créditos finales de cada episodio de El cuento de la criada, me señala: «Eso es todo cosa de Bruce Miller». Y añade: «Honestamente, yo trabajaría de otro modo con la música en esa serie. No me gusta que me pongan contra las cuerdas cuando el episodio ya ha estado haciendo eso todo el tiempo. Si fuera mi serie, dejaría que el público se quedara en el momento un poco más, compartiendo el final con June u otros personajes, en lugar de impactarle inmediatamente con una canción».

Inmersión exhaustiva

Tener que ir, a veces, en contra de tu instinto no es el único desafío de ese 20% interesante del trabajo del supervisor musical. En ocasiones se requiere una inmersión exhaustiva en épocas o géneros musicales por los que no sientes particular afinidad. «A veces, llegar a ese punto en que ves una imagen y ya no puedes separarla de una canción requiere trabajo. Por ejemplo, en la nueva temporada de Fargo, estamos en 1950; hacen falta blues y jazz. Mis conocimientos de esa época y esos géneros son bastante superficiales. Me ha tocado investigar mucho, indagar y escuchar muchas cosas», señal esta experta en bandas sonoras.

Oferta abrumadora

Representantes, sellos discográficos y grupos se encargan de proveer de propuestas a gente como Phillips, pero tanta atención puede llegar a abotargar. ¿Cómo se separa el grano de la paja? ¿Y escucha todo lo que llega a su buzón? «Es abrumador, realmente lo es. Yo intento darle a todo una oportunidad, pero a veces es imposible. Cuando trabajas 14 horas al día para poder acabar tus tareas, a veces cuesta dedicar una hora extra a escuchar música que no has solicitado. En estos momentos [Phillips fundó la compañía de supervisión musical Deep Cut] tengo un equipo que escucha lo que llega y me hace de filtro. Después, cada tantos meses, me cojo unos días para dedicarme solo a escuchar. Normalmente me voy de largo fin de semana, alquilo una cabaña o algo y me paso el día escuchando música». Tampoco parece la peor vida, la verdad.