A los 83 años, Charles Aznavour, uno de los últimos representantes de la chanson, culmina estos días en el Palacio de Congresos de París --el último concierto será el 10 de noviembre-- su adiós a la escena después de una larga gira en los principales teatros del mundo. Hace un año, el intérprete de clásicos como La Boheme , Les comediens o Que c´est triste Venise , emprendió en Nueva York los recitales que le han llevado a los cuatro continentes para poner punto final a su historia de amor con el público internacional. Ahora le toca el turno a su país, Francia, donde este hijo de inmigrantes armenios es toda una leyenda.

Superviviende, junto con Georges Moustaki, de la generación de Jacques Brel, Yves Montand o Jean Cocteau, la jubilación de Aznavour cierra un ciclo artístico marcado por los cantautores apadrinados en sus inicios por la mítica Edith Piaff. Sus primeros pasos en la escena no fueron precisamente triunfales. Su voz fue considerada mediocre y sus canciones de amor atormentado y angustiado no levantaban pasiones. La ayuda de Piaff fue crucial.