El novelista británico Julian Barnes da rienda suelta en su último libro, un híbrido entre el ensayo y un libro de memorias, a su obsesión, casi enfermiza, por su desaparición física. Nada que temer , editorial Jonathan Cape, ha titulado Barnes irónicamente una obra que demuestra desde la primera hasta la últimas de sus 250 páginas justamente todo lo contrario.

Pensar en la muerte conduce inevitablemente a pensar en el más allá, y Barnes comienza su libro con una confesión: "No creo en Dios, pero le echo de menos".

Ateo a los veinte, agnóstico a los cincuenta y sesenta - el autor ha cumplido 62-, Barnes dice que no pasa un solo día sin que piense al menos una vez en la muerte.