Han pasado 25 años desde su primera aparición dando vida al icónico detective de policía John McClane en La jungla de cristal , pero para Bruce Willis los años no pasan y aún menos las ganas de seguir sacándole jugo al personaje que le diera fama y fortuna. Hoy llega a los cines la quinta entrega de la serie, La jungla: Un buen día para morir , dirigida por John Moore. Con el trasfondo de una Rusia salpicada por la corrupción, McClane llega a Moscú en busca de su hijo Jack (Jai Courtney), del que vive separado desde hace años. Jugándose el cuello, los McClane tendrán que dejar sus diferencias para evitar un terrible crimen en Chernóbil.

--Lleva un cuarto de siglo encarnando a McClane. ¿Hasta qué punto puede estirarse un personaje para seguir ofreciendo algo nuevo e interesante al espectador?

--No tengo respuesta para eso... La verdad es que nunca se me pasó por la cabeza que iba a hacer cinco películas con el mismo protagonista. Pero parece que el público sigue disfrutando de las aventuras y desventuras de John McClane. No solo por la acción que hay en las películas, sino por las relaciones personales y de familia que son el eje central de sus tramas; problemas con los hijos o con la pareja.

--¿Qué diferencia supuso para usted hacer las escenas de riesgo ahora que tiene 25 años más?

--No me lo recuerde... La diferencia es que ahora, si no me pongo en forma, me juego la vida (risas). En serio: la única diferencia es que ahora tardo unos segundos más a la hora de levantarme del suelo después de una caída. Pero sigo aquí.

--¿De qué manera afecta al actor toda la tecnología digital que se usa hoy en las escenas de acción?

--Las películas son mucho más complicadas hoy que cuando hice La jungla de cristal . Entonces no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo, me fiaba completamente de John McTiernan, el director. John se limitaba a decirme "corre hacía allá todo lo rápido que puedas" y yo lo hacía. Pero lo importante era el contenido de la historia, el hombre que se siente como pez fuera del agua pero trata de salvar la vida de muchas personas, un hombre noble, que quiere hacer el bien. Y eso continúa en esta nueva entrega. Lo único es que ahora las escenas son técnicamente más complejas, pero seguimos trabajando con coches y escenarios de verdad dando saltos de un lado a otro.

--Hablando de coches, la escena de la persecución por las calles de Moscú es espectacular. ¿Eran reales o hubo ordenador?

--Hubo muy poca intervención del ordenador. John Moore insistió en que las escenas fuera lo más reales posibles. Las filmamos en distintos sitios, por razones de seguridad, sitios donde se pudieran llevar a cabo esas persecuciones sin poner en peligro la vida de nadie. Me lo pasé en grande conduciendo como un loco un gran camión por las calles de Budapest. Cerraron toda la zona para mí y me aproveché de ello (risas). Por estas razones tardamos seis semanas en llevar a cabo esas escenas.

--Es impresionante la cantidad de coches que se destruyen en el filme. ¿Qué le parece tal derroche de medios y de tanta violencia en los tiempos que corren?

--Este tipo de filme son puro entretenimiento... No están hechos para que nadie se los tome en serio o saque ideas para cometer actos violentos. Si fuera un documental que mostrara este tipo de actividades, sería otra cosa.

--Cierto, pero aún así hay quien sostiene que son este tipo de películas las que conducen a episodios como la matanza de niños en Newtown, haces dos meses.

--Son simples conjeturas porque no se ha demostrado que estas películas den ideas o conduzcan directamente a esos actos. No conozco ningún caso de violencia social que haya sido provocado por lo que alguien vio en el cine. El problema es otro, pero es fácil apuntar al cine o usarlo para todo tipo de demagogias.

--Señor Willis, en la película hay una frase que dice algo así como "hay que ver lo que hay que hacer por los hijos". ¿Qué ha hecho o hace usted por los suyos?

--Bueno, esa frase implica que uno puede llegar a hacer locuras por amor a sus hijos, como es el caso de McClane. En mi caso no he hecho locuras, pero sí he cometido actos impulsivos, como cuando mi hija Tallulah tenía 4 años y yo estaba en Roma filmando una película. Por teléfono me dijo "papá, vuelve a casa". Ese fin de semana cogí un avión y me presenté en casa para pasar dos noches con ella. No fue una locura pero logísticamente fue complicado de llevar a cabo teniendo en cuenta que el lunes por la mañana tenía que estar de nuevo en el rodaje. El amor por los hijos es incondicional. Yo por mis hijas he hecho todo lo que estaba en mi mano para que crecieran felices, sanas, con grandes valores éticos y morales. Ahora que las tres primeras son mayores de edad tengo que decir que creo haberlo conseguido. Estoy muy orgulloso de ellas.