La cultura que nos viene

La cultura que ya fue

Esto no es ‘la cultura que nos viene’, es ‘la cultura que fue’, pero me parece importante hablar de vivencias propias y ajenas, que a veces pueden ser universales. Al fin y al cabo, la agenda cultural ya la tienen en El Periódico y en internet. Por ejemplo, ya saben que esta semana se celebra el Womad, ¿no?

El artista Ricardo Cavolo, ante una de sus ilustraciones.

El artista Ricardo Cavolo, ante una de sus ilustraciones. / Marina de Luis

Duermo mal. Me levanto a las siete de la mañana, así que, como duermo mal, todos los días me acostaba a las nueve o nueve y media como tarde. He dejado de hacer cosas por eso. He ido a conciertos y me he quedado dormida. Un capítulo de una serie me dura eones, porque me echo siestas intermitentes y tengo que rebobinar. Me perdí el final de ‘Dune 2’ y el final de ‘Las guerras de nuestros antepasados’, y cada vez me encontraba más irritable, más agotada y más olvidadiza.

El lunes pasado entrevisté a Ricardo Cavolo. Yo le tengo cariño a Ricardo Cavolo. No le conocía de nada, pero le tengo cariño. En 2017, él fue el que realizó el cartel del Fancinegay, ahora Fancinequeer y presenté, por primera vez, la gala de clausura. Fantaseé con lanzar un discurso de apertura que nunca pronuncié, pero que me sé de memoria. Comparto.

«El 12 de noviembre de 2016, yo estaba en este mismo escenario [el de la Sala Azul del Palacio de Congresos de Badajoz] recogiendo el premio Las Horas. Ahí acabó mi 2016, que fue un año maravilloso, con el mejor colofón que algún día pude pensar. Por aquellos entonces, mi padre vivía. Mi mejor amigo también estaba vivo. Una de mis mejores amigas podía correr detrás de sus hijos. No había tenido unos exámenes de selección que me tuvieron enclaustrada más de seis meses. Salía para ir a hospitales. A hospitales de Badajoz. A hospitales de Sevilla. A hospitales de Granada. A morirme de miedo, porque en un hospital te mueres de miedo aunque nadie te lo note.

Este año ha sido el más mierda y el más doloroso que recuerdo. Y el dolor no se va. Ni se va a ir, por mucho que se viva con él, porque con el dolor se vive igual que se vive con la alegría: de a poquitos.

Durante todo este tiempo de hospitales, de exámenes y de mierdas, en persona, por WhatsApp o por teléfono, el director del FanCineGay, que se llama Pablo A. Cantero y es mi amigo, estuvo pendiente en todo momento. Estuvo pendiente cuando yo estaba en Badajoz, cuando estaba en Sevilla, cuando murió mi mejor amigo (que era mi hermano, aunque no lo fuera) hace menos de dos meses y me pasé las vacaciones en Granada. Y, como Pablo es así de generoso y, además, me quiere, me dijo en verano (un verano que fue esperanzador, aunque luego se fuera todo al carajo) que se le estaba ocurriendo una cosa y que ya me la comentaría.

Y esta es la razón por la que yo me pruebo vestidos, mis amigas me mandan un chal y dos pares de zapatos desde Málaga, salen conmigo a comprar ropa y tengo estrés. Porque Pablo sabe hacer estos regalos.

Y yo, que sé que este año ha sido una mierda, también sé que tengo mucha suerte». 

Pablo sigue estando, alguna de esas amigas no y tampoco importa y descubrí que los duelos no se acaban nunca y está bien que sea así. Como no duermo, pensé en hacer lo que hago siempre: no ir a la charla porque qué cansancio luego, bla bla bla. Pero fui, porque mejor insomne y entretenida que insomne y cabreada. 

Cavolo nos contó que tiene mentalidad de pobre porque su familia había sido pobre. Y que esa mentalidad de pobre le llevó a aceptar todos los trabajos del mundo hasta que colapsó. Habló de depresión, de terapia, de quedarse en la cama y de muchas cosas que, antes, un creador no hubiera contado. Hubiera hablado del proceso de creación (que lo hizo), de materiales, de técnicas, de estilo (que también), pero no de la historia que le llevó a estar donde está ni de los fracasos. Con un «los comienzos son duros» se despachaba la cosa. 

La sala estaba llena. Llena de chavales que están estudiando en la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Mérida, con sus profesores. Preguntaron mucho y preguntaron bien. Preguntaron muy bien («ojalá eso se me hubiera ocurrido a mí») y eran curiosos y respetuosos y activos. Moraleja: hagan cosas. Ya dormiremos de muertos.

La perla

En el último Centrifugados, la periodista Lara López se pasó por el Museo Pérez Enciso de Plasencia y contó de telares, tramas y urdimbres para hablar de poesía. Esta exposición le gustará: se llama ‘Puntada a puntada. Bordados de Carmen López Pastor’. Son retales, laborales, punto de cruz, vainica..., que ella ha transformado en obras de arte en un museo en el que se puede ver hasta una camisa de Isabel la Católica. Pero también barberos y barberines y telares y ropa bordada de bebé, que nos enseñan cómo vivíamos y que la labor paciente de coser tiene significado.