Este festival nació durante la resaca del nazismo y el principio de la guerra fría, así que siempre ha tenido una dimensión política. Primero fue un símbolo de culpa, pero después lo fue de la reconciliación", decía días atrás el presidente de la Berlinale, Dieter Kosslick, para justificar la elección del drama Apart together , del chino Wang Quan´an, como el título inaugural de la 60 edición del certamen.

Pero que la película recuerde un pedazo de la historia de China que guarda similitudes con la de Alemania --cómo en 1949, con la proclamación de la República Popular, el gobierno del Kuomintang y más de un millón de seguidores se refugiaron en la isla de Taiwán, y durante más de 50 años se les negó el regreso al continente-- no evitó que ayer, antes de haber visto el filme, los periódicos alemanes se despacharan a gusto contra Kosslick y su equipo por haber efectuado una elección tan sosa. Y no se les puede culpar por ello: puede que sea uno de los grandes talentos de la sexta generación del cine chino y probablemente un tipo estupendo, pero posando para la foto o desfilando en la alfombra roja, admitámoslo, el tipo no luce.

"No me importa tanto la historia concreta de mi país como las vidas y las emociones de la gente corriente. El mensaje de la película se entenderá en todos los países donde existan o hayan existido las divisiones. Es universal", explicó ayer Quan´an tras la proyección de la película, la historia de un soldado nacionalista que tras el exilio en Taiwán vuelve a China para reencontrar al gran amor de su juventud.