Se marcharon a las montañas y se cortaron un pecho para poder tensar el arco. Utilizaban a los hombres para procrear y, si el bebé nacía varón, lo despeñaban por un acantilado. No se escandalicen tanto: su cultura no tiene base histórica; las de nuestro planeta son reales y están llenas de abortos selectivos (si es niño, lo nacemos. Si es niña. no) y de muertes lentas (si hay poco para comer, alimentamos primero al niño, que es más fuerte y tiene más probabilidades de subsistir).

Pentesilea era su reina, hija de Ares y Otrera, hermana de Hipólita, la que combatió con Heracles. El mito y la historia se confunden: los tiempos, también. En todas las obras de arte de la Antigüedad aparecen con los dos pechos, pero el derecho está cubierto y el izquierdo al aire. En la leyenda, Aquiles mata a Pentesilea. «Me lo he jugado todo a una partida», dice Pentesilea y el dado no le fue propicio. Lo dice en la obra a la que da nombre, la que escribió Heinrich von Kleist y en la que se ha inspirado Magüi Mira para llevar a escena Las amazonas: «Hay una poética maravillosa de von Kleist, que verdaderamente tuvo una inspiración, porque escribió sobre estas mujeres guerreras. En el momento en que lo hace, hay una explosión romántica, sobre todo en Alemania: el yo empieza a aparecer. Hasta ese momento seguían como ahora en medio mundo, en más de medio mundo: los matrimonios eran concertados y el yo no estaba nunca en primer lugar».

Lo hace con tragedia, con comedia y mostrando a los hombres como guerreros con muchas ínfulas de ser machos alfa. Pentesilea, en cambio, dice Silvia Abascal (que la encarna) «es la reina. Es una personaje de una energía tan infinita, tan desbordante y que, al mismo tiempo, tiene una templanza aplastante también. Porque es la reina. Ella sigue la ley. Es la más fiel a la ley, a la ley de las madres. Pero se enamora. Se enamora de Aquiles y, con esto, su cabeza, su fidelidad, su lógica... todo cae. Es el amor. Y falla a toda su ley y a todas sus mujeres».

Sus mujeres son tres, en un principio: sus princesas. Olivia Molina, Karina Garantivá y Ondina Maldonado son Protoe, Meroe y Asteria y son trino y una. Para Garantivá, el sueño es que las mujeres que vean la obra piensen eso: que somos una, que estamos en el mismo equipo y en la misma lucha. Son leales y esa lealtad también implica que intentan razonar con Pentesilea cuando descubren que está enamorada de Aquiles. Y ahí entra Loles León, que se estrena en el Festival de Mérida, y que dice: «El amor engaña y perjudica».

Las amazonas quiere abordar varios temas. La lucha feminista, para empezar, por supuesto. Hay muchas mujeres en escena: no solo las cinco protagonistas principales: también las diez que componen el coro y que hacen un trabajo espectacular con la coreografía de Yoshua Cienfuegos. También hay tres hombres: Xabier Murua, que es ese Aquiles del que Silvia Abascal se enamora y Diomedes y Ulises, Maxi Iglesias y Antonio Hortelano. Aparecen como caricaturas también, pero, desgraciadamente, sabemos de la existencia de hombres así: no hay más que leer los comentarios de cualquier noticia relacionada con los derechos de las mujeres de cualquier medio de comunicación que no tenga moderada la intervención de cualquiera que tenga un teclado a mano. Se quejan de lo mismo: de que queremos darle la vuelta a la tortilla. Ni en nuestros sueños más orgásmicos podríamos tener miles de años de sometimiento: ¡con el trabajo que nos ha costado rescatar del olvido a las sinsombrero, imagínense con toda la literatura, la ciencia y el arte de siglos!

También quiere incidir en los roles sociales: la guerra ha sido, tradicionalmente, un asunto de hombres. La participación de las mujeres se ha silenciado (incluso, o sobre todo, en los movimientos de liberación). Y aquí encontramos a un grupo de mujeres movidas por la sangre y la muerte, que gobiernan el mundo y que cuentan con los hombres solo para que las fecunden o para, en el mito al menos, que les sirvieran como esclavos tras mutilarlos.

Y habla, sí, de amor y de victorias. Aquiles y Pentesilea tienen tres combates en la obra de von Kleist. En el primero surge el amor. En el segundo, Aquiles la vence. El tercero es la revancha y él acude desarmado. Ella, con sus perros, y le muerde y le despedaza. Esas son las consecuencias del amor cuando es una obsesión y solo quiere poseer al otro.

En una obra de teatro, sin embargo, hay más: hay música, la de Marco Rasa. Hay vestuario: de Lorenzo Caprile. Hay escenografía: rocas, desnudez de la tierra, un espacio evocador creado por Curt Allen que José Manuel Guerra ilumina. No es una tragicomedia, no es un musical, pero hay elementos de varios géneros: también hay locura, dolor, pasión, lealtades, leyes propias, construcción social, los imaginarios masculino y femenino contrapuestos, evolución. Hay elefantes y jaurías de canes, danzas, cantos de guerra, están los reyes de Ítaca y de Etolia. No en vano las amazonas (y las valquirias) son uno de los mitos más evocadores y poderosos de nuestra cultura.