Que Hayao Miyazaki se retire es una noticia terrible -la anunció ayer mismo Koji Hoshino, presidente de Ghibli, los estudios de animación que Miyazaki fundó en 1985-, porque para que el mundo funcionara bien este hombre debería hacer películas para siempre, a razón de una o dos por año. En todo caso, que se despida con una joya como The wind rises, presentada ayer a concurso en la Mostra, hace más llevadero el amargo adiós.

Cuando se supo que el maestro nipón iba a producir un biopic de Jiro Horikoshi, el diseñador de los aviones de combate que los kamikazes pilotaron durante la segunda guerra mundial, muchos de sus fans se temieron lo peor. La apabullante imaginería del cineasta, llena de castillos voladores y monstruos alucinógenos y espíritus gatunos con forma de autobús, parecía no tener cabida en el contexto de la ingeniería aeronáutica. Pero en The wind rises la imaginación de Miyazaki, discúlpese la metáfora aérea, vuela muy alto. Hasta ante el detalle visual más simple logra que se nos ponga cara de idiotas.

Su filme más realista

Eso sí, se trata de la película más realista que Miyazaki jamás ha hecho, un retrato de Japón entre las dos guerras mundiales, lleno de imágenes desgarradoras de pobreza y destrucción, que, conste, en modo alguno glorifica la fabricación de armas. Al contrario, Horikoshi es presentado como un hombre cuya conciencia pacifista se da de bruces con la destructiva aplicación de sus talentos en el mundo real. De hecho, Miyazaki ha hecho público en varias ocasiones su rechazo al plan del primer ministro japonés, Shinzo Abe, de reforzar el poder militar del país. Es solo que, como ya ha demostrado en el pasado en títulos como Laputa: castillo en el cielo (1986), Kiki's Delivery Service (1989) o Porco Rosso (1992), le vuelven loco los aviones.

Cierto que, a pesar de las asombrosas secuencias aéreas, es como estilizado romance arquetípico -esencialmente, jóvenes amantes separados por el cruel destino- que The wind rises brilla con su máximo esplendor. En su faceta biográfica, la narrativa por momentos resulta demasiado convencional, aunque efectiva como mirada al alma de un creador que, como él mismo repite, solo quiere "hacer cosas bonitas" pero no puede escapar de la oscuridad que lo rodea.

El asesinato de Kennedy

¿Cuánto hay de autobiográfico en el personaje? "Los artistas solo son creativos durante 10 años", asegura alguien en la película, y tras el anuncio de ayer es tentador preguntarse si Miyazaki quiso aludir a algo personal al incluir esa frase, pese a que él ha hecho cine mayúsculo durante mucho más de una década. En todo caso, da igual: The wind rises muestra a un creador en la cúspide no solo de su creatividad, sino también de la de todo el cine de animación.

También inspirada en las vicisitudes de un personaje histórico, Parkland es una nueva mirada al asesinato de John F. Kennedy, que realmente no cuenta nada que no sepamos ya a estas alturas. El director Peter Landesman se dedica a poco más que poner imágenes a una entrada de la Wikipedia y, a pesar de ello, mantiene en todo momento el cine autoconscientemente ceremonioso del cine que se cree importante y necesario: demasiadas ínfulas de significancia para una película demasiado insignificante.