Confiesa que ha sido lo que ha querido ser, que le gustaría que el cambio climático tuviera arreglo, que la situación del tren en Extremadura es una injusticia y que después de haber sufrido un trasplante de hígado se siente un hombre fortalecido. Raphael (Linares, 1943) es un cantante patrimonio de la humanidad, igual que el Teatro Romano de Mérida donde este domingo, con todas las entradas agotadas, cerrará el Stone&Music; y atención, promete ofrecer sin micrófono algunos de sus míticos temas que ya forman parte de la historia musical de este país.

¿Raphael, Raphael?, Al otro lado del teléfono contesta uno de los cantantes españoles más importantes de todos los tiempos y lo hace con una petición: Pregúnteme con buena intención.

--¿De qué noticia le gustaría ser protagonista?

--Esa que consiga que la situación climática del mundo tuviera arreglo, que no hubiera plásticos en el mar, hubiera nieve en su sitio, en su lugar. Pero eso es imposible, yo no estoy llamado a esas cosas.

--¿Con quién formaría un dueto?

--A ver, a ver… Con Pablo López.

--¿Ha tenido que comerse alguna vez sus propias palabras?

--Por lo menos por algo grave, no. Por cosas sin importancia, he pedido perdón por haberme equivocado.

--Arriésguese, hágase un tatuaje, ¿cuál sería?

-No me gustan. Paso totalmente de tatuajes.

--¿Si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina, qué haría que nunca tuvo el valor de hacer?

--Todo lo que he querido hacer, lo he hecho. Ni soy nostálgico ni de esas personas que se reconcomen porque no hicieron en su día lo que deseaban. Yo siempre he sido lo que he querido ser.

--¿Y si volviera a los 23, qué cambiaría?

--Lo que hice, bien hecho está; lo hice por algo.

--Para bien o para mal.

--Exactamente, para bien o para mal, ha ido formando mi persona.

--¿Si cerrase los ojos cuál sería su época dorada?

--Me encantaría que fuera del 2020 al 2030.

--¿Por qué?

--¿Usted se imagina cómo será el mundo en el 2030?

-Da miedo, ¿verdad?

--Ay no, yo tengo una curiosidad que no puedo soportar (risas).

--¿En la Edad Media Raphael hubiera sido un buen trovador?

--¿Recuerdan los contadores de historias? Iban con un rollo de cartón, con dibujos y con una varita explicaban aquella o cuál cosa que había sucedido, y lo decían cantado, en mitad de una plaza, con la gente arremolinada a su alrededor. Yo hubiera sido de esos, contador de historias.

--Bueno, pero de alguna manera, ahora hace lo mismo.

--Sí, en el teatro. Pero ir de pueblo en pueblo contando historias hubiera sido una profesión preciosa.

--El escenario es algo parecido.

--Es lo que suple al señor del cartón explicando las cosas. Es mi punto de reunión con la gente que me ha hecho quién soy.

--Hay una pregunta más que obligada, y es que la política española está hoy en un momento tenso. ¿Qué opinión le merece la situación actual?

--Pues yo estoy como está todo el mundo: ¡plaf! ¿Lo entiende?

--¿Desalentado?

--Sí. Más bien en un estado de espera, desanimado. Plaf.

--Además, no es partidario de tocar la política en sus canciones.

--No, la política es la política y las canciones son las canciones. En las canciones se habla de amor, de sueños. En la política hay que hablar de la cruda realidad.

--¿Y contra qué protesta ‘Digan lo que digan’?

--Es la primera canción protesta que se escribió. Es bueno que vengan inmigrantes digan lo que digan los demás; es bueno que la banca, que los políticos, tal, tal, digan lo que digan los demás.

--¿Qué opina del feminismo?

--Soy totalmente partidario. Las mujeres son seres humanos exactamente iguales que el hombre, con los mismos derechos y deberes.

--Sí, aunque haya situaciones en las que tristemente eso no se cumpla.

--Porque dan con energúmenos que hay por ahí.

--¿Es de los que se ponen nerviosos antes de cantar?

--Lo que no hago es hablar. Uno de los secretos de la vigencia de mi voz es que desde las doce de la mañana del día que canto, no hablo. Entonces cuando empiezo a cantar, la voz está limpia, fresca.

--¿Qué le parece la eclosión del reguetón?

--Todas sus épocas han tenido sus reguetones, hay que dejarlos para que el público elija lo que gusta o no le gusta.

--¿Pero el público lo apartará?

--No lo sé.

--¿A usted le gusta?

--Algunas cosas sí, siempre todo lo malo tiene algo de bueno y todo lo bueno tiene algo de malo. Estoy filosofando (responde entre risas).

--Tras sufrir episodios críticos de salud, ¿se siente más vulnerable?

--No, al revés, me siento más fuerte, mucho mejor.

--Es decir, que ha salido fortalecido.

--Sí, en todos los sentidos. Estoy mejor que antes, mi mente está mejor que antes, las fuerzas mías, igual. No le voy a decir que me alegro de que me pasara esto, pero es que he salido muy bien. Y a propósito, esta pregunta de El periódico Extremadura me da la oportunidad de pedir donantes, aunque en España en realidad no hace falta porque somos el país del mundo a la cabeza de donaciones, pero es bueno recordárselo a la gente.

--¿Y a raíz de ese trasplante de hígado, su perspectiva de la vida cambió?

--Sí. Bastante. Soy más humano y más permisivo para todo.

--¿Qué tienen las canciones de Raphael que tras 57 años siguen motivando, alegrando y subiendo la moral al público, independientemente de su edad?

--Que están hechas por el mejor compositor de lengua española que ha existido nunca, que es Manuel Alejandro. Con ese material y la voz está todo claro. Es la fórmula perfecta.

--¿Cómo ve el futuro?

--No soy pesimista, nunca lo he sido, no quiero serlo. Es muy pesada una persona pesimista. Soy optimista, veo siempre los vasos no ya medio llenos sino llenos.

--Se reencuentra con el Teatro Romano de Mérida.

--Eso es un lujo. Y me permito el lujo, valga la redundancia, de cantar sin micrófono. Es muy bonito cantar ahí, precioso.

--La Historia impone.

--Tiene su halo misterioso. Hay teatros que tienen ese antiguo encanto y uno de ellos es el de Mérida o el Carnegie Hall de Nueva York porque los han usado grandes artistas. Recuerdo que cuando fui la primera vez a Estados Unidos estaban anunciados Montserrat Caballé y Rostropóvich. Con esos nombres entra uno con otra predisposición. Pues eso le pasa al Teatro Romano de Mérida, que entras y dices: ¡Uy!, aquí va a sonar algo bueno.

--¿Está al corriente de lo que pasa con el tren en Extremadura?

--Me parece injustísimo que no tengáis todas las facilidades del mundo para tener tren y lo que os dé la gana. Hay cosas que no se pueden entender de este partido, de la vida, a estas alturas.

--Sí, porque las infraestructuras ferroviarias son de la época del Teatro Romano de Mérida, valga el tono jocoso para terminar esta entrevista.

--Hay cosas absurdas y esta es una de ellas. Espero que lo nuevo o lo viejo que nos toque arregle este problema ya.