Arisco, antipático, huraño, solitario, intratable..., son injustos calificativos que han acompañado a la figura de Jerome David Salinger: un enigma, el de un escritor famoso que se pasó la vida huyendo de la fama que merecidamente le dio El guardián entre el centeno (60 millones de ejemplares vendidos) y que decidió aislarse en su cabaña de Cornish (a 360 kilómetros de Nueva York) y, en 1965, dejar de publicar --pero jamás de escribir-- porque invadía su intimidad. Coincidiendo con el primer aniversario de su muerte, a los 91 años, se publica en Estados Unidos y España la biografía Una vida oculta , a la que Kenneth Slawenski, ha dedicado siete años.

A través de entrevistas, cartas personales y archivos, el autor analiza su obra y su vida, los traumas de la guerra, su misticismo zen o la relación con sus mujeres y editores. Pero también muestra cómo su firme deseo de que le dejaran vivir en paz se convirtió en un "arma de doble filo" que hizo "que se incrementara la fascinación pública hacia él" y "convirtió su nombre en sinónimo de reclusión" y "en una especie de leyenda urbana".

Según Slawenski, combatir en la segunda guerra mundial fue "el punto de inflexión" en su vida y le marcó profundamente. Participó en el desembarco de Normandía y luchó casa por casa. Antes y durante la guerra no dejó de intentar vender sus relatos y poco a poco su "voz literaria empezó a ser escuchada" en revistas como Story y The Saturday Evening Post .

Vivió la guerra junto a "una maraña de relatos sin ensamblar escritos desde 1941": Los embriones de El guardián entre el centeno . Acabar esta novela (1951) "significó una renovación de su vida". A través de los ojos del joven Holden Caulfield y de su lenguaje vulgar de las calles de Nueva York, Salinger mostraba el miedo a pasar de la adolescencia al mundo adulto, cuyas falsedades y responsabilidades rechazaba.

Se casó tres veces, la última en 1992, con una enfermera 40 años más joven que él. "Escribo solo para mí y para mi propio placer", dijo en 1974 al New York Times , explicando su negativa a publicar. La fama de El guardián entre el centeno creció proporcionalmente al rechazo de Salinger por ella. Y buscando un imposible anonimato se refugió del escrutinio público en Cornish.