A John Philip le llaman la atención los braseros. En Inglaterra no ha visto nada igual. Pero en España es el medio para sobrellevar las frías noches de invierno. Alrededor de un brasero descubierto en una tarima se organiza enseguida una tertulia, presidida por un cura acompañado de mujeres. Y Philip la pinta.

A un pintor español no se le hubiera ocurrido detenerse en el brasero. Es un elemento casi invisible de la casa. Está ahí desde siempre. Pero a los pintores ingleses que viajaron a España desde principios del siglo XIX y hasta mediados de ese periodo, detalles como este no solo atrajeron su mirada sino que los convirtieron en protagonistas de sus cuadros.

La exposición Pintores románticos ingleses en la España del XIX , que se exhibe en el centro Capitol de Caja Duero en Cáceres, reúne 40 obras (27 óleos y 13 acuarelas) de una veintena de esos artistas viajeros, que fijaron la imagen de un país en decadencia, y aunque resaltaron aspectos exóticos, actuaron en numerosas ocasiones como cronistas de lo que vieron: mendigos, el mundo de la religión, el de los toros o el de las tradiciones quedan captados en estos cuadros.

"Reflejaron lo que veían, esa España costumbrista maravillosamente bien pintada", afirma Marisa Oropesa, responsable de esta muestra, exhibida en varias ciudades españolas (Madrid, Pontevedra, León y Valladolid), y que permanecerá en la capital cacereña hasta el 28 de junio.

Los fondos pertenecen a la coleccionista Aurora Martín, que vive en Inglaterra. A lo largo de 35 años ha ido dando forma a esta colección "única en su género", según Oropesa.

Está compuesta por unas 70 obras entre óleos y acuarelas, de unas características casi inéditas en España. En el Museo Romántico de Madrid, según la comisaria, pueden encontrarse algunas obras de autores representados aquí.

VEINTE AÑOS ATRAS Apenas veinte años atrás, en el siglo XVIII, España no era un lugar recomendable para visitar.

La Guerra de la Independencia, en la que Inglaterra actuó como aliado de España para expulsar a los franceses, propició la afluencia de ciudadanos ingleses, entre ellos los pintores que reúne esta exposición de Cáceres.

Y a partir del descubrimiento que realizaron estos artistas o escritores como Richard Ford (autor de un ejemplar Manual para viajeros por España y lectores en casa , recién reeditado en Turner), el país fue situado de nuevo en Europa.

La mezcla del exotismo, pero también de la realidad de entonces ganó terreno, como dejaron constancia estos artistas.

"Se puede decir que ellos crearon algo parecido a un recorrido turístico por España: romántica, atípica, con un sol maravilloso, donde se comía y vivía bien", señala Marisa Oropesa.

"Algunos enloquecieron con el país y se quedaron a vivir aquí".

Pero no se llamaron a engaño. En sus cuadros, conviven una España pobre y una España rica.

Es frecuente encontrar la imagen de uno o varios mendigos rodeando a mujeres y hombres (a la salida de la iglesia, en un parque, durante el paseo) y extendiendo la mano para ganarse algunas monedas. También retratos como los de una aguadora, una vendedora de frutas, varias cigarreras en Sevilla (el lugar de la ópera Carmen ), un catador, dos toreros en el descanso de una corrida o un curandero.

Quizá, según la responsable de la exposición, aunque pueda contrarse "una imagen de ensoñación", los pintores españoles románticos "fueran más idílicos" en las imágenes que trasladaron al lienzo. "Es posible incluso que compartieran modelos con sus colegas ingleses". Estos, sin embargo, (Edwin Long, Robert Kemm o John Bagnold Burgues) operaron de un modo "más real, más crudo". "Ahí se encuentra el pensamiento de una época", señala Oropesa.

"El romanticismo fue un movimiento que tuvo su origen en Alemania, en Goethe, en personajes como el suicida Werther; pero no hay que olvidar que la palabra romance procede del español y significa lo ajeno, lo extraño". Y eso fue lo que vieron unos pintores que procedían de una Inglaterra inmersa en un proceso de industrialización que estaba cambiando el mundo. Y de ese contraste surgió esa visión "social más que de denuncia" que describen: la mujer acompañada de un aya para evitar las molestias de los hombres, la pleitesía de los niños ante los curas, a los que besan la mano o la inacabable corte de mendigos que comparten espacio con gente bien vestida...

"Una técnica fantástica y el valor de haber captado una época" confieren también a estos cuadros una impronta periodística indudable.

Si los óleos representan la crónica del país, las acuarelas muestran un tono algo intemporal. Son paisajes, monumentos y en algunos de estos, como un telón de fondo, el bullicio de las gentes. La propia Oropesa lo destaca. "Los acuarelistas ingleses eran los mejores del mundo y lo siguen siendo".

Granada (la Alhambra), el lugar donde algunos pintores, como Apperley, se instalaron permanentemente, Cádiz, Sevilla (la Giralda), Segovia (el alcázar), Játiva, Alcalá de Henares o Burgos (su catedral) son lugares que retrataron artistas como Moulton, John Dobbin o Edward Angelo Goodall, y que aparecen hoy, ante la mirada del espectador, con la apariencia de haber sido captados ayer.