Cuando Celia Romero nació, la Lámpara Minera del Festival Internacional de Cante de las Minas se quedó sin dueño, algo que sólo ha ocurrido dos veces en sus 51 años de historia. La madrugada del sábado, 16 años después, ella se la ha llevado por derecho, "un sueño" que no le quita otro, estudiar Magisterio.

"Empecé con 7 años y ya llevo mucho tiempo estudiando estos cantes, desde los 12, y la verdad que me gustan mucho aunque no tenga ninguna de esas experiencias de dolor o tragedia", ha explicado a Efe la que es la sexta mujer que gana el máximo galardón del concurso flamenco más prestigioso de España.

Para ganar la Lámpara, la concursante tenía que ser "la mejor", "la maestra", en la interpretación de la minera -larga y difícil composición que habla de las penalidades de ese oficio- y de algún otro de los cantes mineros, es decir, taranta, cartagenera o murciano (levantica, taranto, fandango...).

Celia cantó la minera y la tarante, "muy despacito, muy templados", y esa temple en su garaganta le dio la Lámpara, dice camino de camino a su casa en Herrera del Duque. "Los nervios vinieron después" cuando esperaba la decisión del jurado.

Enfundada en un traje dorado de volantes y sin apenas maquillaje, con los "granillos" propios de la adolescencia asomando en su frente, la pacense arrancó los "oles" entusiastas del exigente público de La Unión, que si bien le puso algún pero a su primera interpretación, la minera, se descubrió con su luminoso dominio de la taranta, un cante difícil y largo, que es un reto por su hondura.

Romero, que competía con otras dos menores, la onubense Beatriz Romero (15 años) y la granadina Ana María Machón (16 años), cantó con los ojos cerrados, mirándose "p'adentro", y enarcando la ceja izquierda hasta lo inverosímil.

"Tics que tiene una", se reía ayer feliz aferrada a la Lámpara que ya tienen Miguel Poveda, Mayte Martín o Rocío Márquez, dos de las artistas a las que más admira y con las que ya ha compartido cartel, y su "maestro" recalca ella, Miguel de Tena.

Los 15.000 euros del premio los va a "guardar" para que le "ayuden" a seguir en una profesión, la de cantaora, que cree que es la suya, pero eso no es incompatible, asegura, con "otro magisterio", el que se enseña en la Universidad. "Estudiar y estudiar", en la Universidad y en las escuelas de flamenco, porque a pesar de su gran premio en La Unión, sabe que queda mucho camino por recorrer, "pero creo que estoy preparada" para conseguir ser una número uno y para soportar la presión que, y más a tan corta edad, supone haber logrado el Oscar del flamenco.

Celia estaba feliz "y mis padres también". Su padre, Félix de Herrera, guitarrista con el que empezó a actuar cuando "no abultaba ná" en su pueblo natal junto a su mellizo, Félix, que toca el cajón y la acompaña siempre. "Estoy muy feliz. Mi hermana lo hace súper bien", explicaba la "otra mitad" de Celia ante la orgullosa mirada de su madre, Teo, que recordaba que "desde que la niña nació" ha estado escuchando la música de su padre y cantando "cada vez mejor".

La ganadora, que tuvo, como el resto de los 13 finalistas, que aguardar más de cuatro horas y media de concurso y una larga deliberación del jurado, pasó "muchísimos nervios", pero fuera del escenario.

"Estábamos Beatriz --Romero-- y yo atacadas perdidas cuando se ha juntado el jurado, pero en el escenario no, estuve muy a gusto y tranquila", revelaba con el mismo aplomo que demostró en la "catedral del cante".

Cuando supo que había ganado, y con la Lámpara Minera ya a su lado en el suelo, Celia cantó otra minera y ahí sí que lo bordó en la más pura de las ortodoxias, a juicio del público, muy acostumbrado