Sue Lyon, fallecida ayer a los 73 años en Los Ángeles tras agravarse sus problemas de salud, no fue una actriz de una sola película, pero es indudable que su papel en Lolita (1962), la controvertida película de Stanley Kubrick, la marcó para el resto de su carrera. Una carrera corta por decisión propia: la cerró en 1980, tras una docena de películas y varias apariciones en telefilmes y teleseries.

Kubrick y el productor James B. Harris la escogieron para interpretar a la adolescente Lolita tras realizar un cásting entre 800 aspirantes al papel. Tenía entonces 14 años. Dos más cuando se estrenó la película. Dos menos que el procaz personaje descrito por Vladimir Nabokov en su novela. El escritor definió a la actriz como la ninfa perfecta, aquella adolescente que seducía a Humbert Humbert y era seducida por Quilty.

Tanto la marcó aquella experiencia que, en 1994, Lyon le envió a Kubrick una carta con una foto de ella y su marido de entonces, el ingeniero de telecomunicaciones Richard Rudman. La firmó con su nombre de casada, Suellyn Rudman. No sabía si Kubrick la recibiría. Le decía: «Mi vida es ahora muy simple y me gusta que sea así. Si hay alguna razón por la que tuve un éxito, fue gracias a ti».

CASADA CUATRO VECES / Aquel momento de plenitud, alejada de los focos del cine, duró una década más, ya que se divorció de Rudman en el 2002. Le había costado encontrar esa plétora. Estuvo casada antes cuatro veces, la primera, cuando aún tenía 17 años, con Hampton Fancher, futuro guionista de Blade Runner. La tercera, con Gary Cotton Adamson, de quien se divorció cuando este entró en la cárcel condenado por asesinato. Tuvo una hija con su segundo esposo y un hijo adoptivo.

Kubrick no solo le dio un papel decisivo, sino que cuidó de su promoción como si fuera un moderno Pigmalión, diseñándole estudiadas sesiones fotográficas. Repitió otro papel similar de Lolita en La noche de la iguana (1964), drama de John Huston en el que Richard Burton, un sacerdote episcopal, se debatía entre Lyon, Ava Gardner y Deborah Kerr. John Ford le dio un personaje de madurez en Siete mujeres (1966), drama centrado en siete misioneras estadounidenses durante el conflicto entre China y Mongolia en 1935.

Tras estos tres filmes, su carrera dejó de tener la misma consistencia. Papeles secundarios en títulos como Hampa dorada (1967), con Frank Sinatra, o protagonistas en filmes tan discretos como el wéstern Cuatro cabalgaron (1970). Protagonizó en España dos thrillers en 1973, Una gota de sangre para morir amando, de Eloy de la Iglesia; y Tarot, de José María Forqué.