Que el director de A single man fuera recibido ayer en la Mostra de Venecia como si de Angelina Jolie o de Benedicto XVI se tratara a pesar de ser un primerizo debería ser una sorpresa, pero no lo es. Tom Ford es uno de los más famosos e influyentes diseñadores de moda de la historia, el hombre que sacó a la firma Gucci de la bancarrota y la convirtió en un imperio valorado en 4000 millones de dólares. Un tipo querido en Italia. "La moda es divertida pero muy comercial --explicó ayer a la prensa el modisto--. Además, es muy efímera. El cine, en cambio, es la forma de arte más permanente que existe, más que las pirámides, y esta película es la expresión artística más pura que he creado en toda mi vida". Hay que tomar riesgos porque si no la vida es muy aburrida, añadió.

Quitémonos el sombrero, de entrada, ante su valentía. No ha rodado una sátira sobre el mundo de la moda con cameos de Karl Lagerfeld y Andrés Velencoso. Ha decidido adaptar un libro de Christopher Isherwood que transcurre a la manera de un monólogo interior sobre el duelo de un profesor, George (Colin Firth), que pierde a su pareja (Matthew Goode) en un accidente. "Es un poema sobre un hombre que, el mismo día que decide suicidarse, descubre el sentido de la vida", resumió ayer Ford.

Para ilustrar este proceso, Ford acude al manido recurso de la voz en off pero también usa la luz y el color. La vida de George era gris, pero el día de su muerte redescubre un mundo en technicolor. Ayer, Ford elogió a su director de fotografía, el catalán Eduard Grau. En A single man , además, aparece el modelo vasco Jon Kortajarena. Ford se recrea en su belleza y en la de todos sus personajes masculinos. Aun así, ayer rechazó la etiqueta de película homosexual: "Es una historia de amor universal".

El trabajo de Colin Firth en la película es descomunal. A single man deja claro que tal vez Ford llegue a ser un buen director. De momento, es un diseñador. Ver el filme es como pasar las páginas del ejemplar de mayo de 1962 de Esquire y contemplar esos anuncios de trajes, whisky, tabaco o cortacéspedes llenos de gente bella.