Durante un tiempo, Faemino y Cansado solían terminar sus giras en el parque del Retiro de Madrid. Allí, rodeado de público, cumplían la última función, tal y como hacían, en el mismo lugar, en sus comienzos. Pero aquel ritual no duró mucho. Empezaban a salir en televisión y la fama que da la pequeña pantalla les asaltó poco a poco en esas funciones al aire libre.

"Nos pedían autógrafos y algunos se creían que estábamos actuando para una cámara oculta. La cosa se puso algo pesada y dejamos de ir". Lo cuenta Javier Cansado, el "aburguesado" de una de las parejas de humoristas más destacadas de España.

Más de treinta años "haciendo lo mismo, pero no exactamente lo mismo" se resumen en su último espectáculo, Parecido no es lo mismo , que mañana y el domingo presentan en el Gran Teatro de Cáceres, con las entradas agotadas. Nada insólito en sus funciones donde quiera que vayan. De manera que en octubre, según afirma Cansado, ante la demanda de la gente, volverán.

PLENA VIGENCIA Incombustibles, Faemino y Cansado regresan (a Cáceres o cualquier escenario) como si acabaran de empezar. "Las ideas que plasmamos en nuestros espectáculos de hace 25 años tienen plena vigencia, son intemporales", afirma Cansado.

Para adquirir esa destreza que permite la improvisación más desaforada hábilmente medida por un guión escrito, la pareja tuvo por unos comienzos nada dramáticos, según recuerda el cómico madrileño.

Su historia es la historia de una amistad temprana, firme e inagotable. "Si dejáramos de trabajar seguiríamos siendo amigos", afirma de él y de Carlos Faemino, "el bohemio", más reservado, menos verborreico, "más gestual".

Esa amistad se fraguó en la infancia del barrio de Carabanchel, al sur de Madrid, lugar de afluencia de inmigrantes y de obreros.

"Teníamos unos 13 años, yo, y él 11". Aún no se habían aliado, pero se conocían. Tres años después empezaron a salir. "A tomar Fantas, al cine...".

Claro, jamás pensaron que formarían una pareja artística. Pero ya tenían sus ínfulas cómicas. Y empezaron, como una diversión, a realizar pequeñas funciones callejeras,"de nivel amateur, sin pretensiones".

Pasaban la gorra y se llevaban lo que les echaban. "Era algo cercano, romántico", recuerda Cansado. También duro. Los cuerpos se resentían. "Teníamos problemas con la voz". Así que buscaron el amparo de los bares, a resguardo de la intemperie.

Paradójicamente, el éxito se encontraba en la calle. "Ganábamos más dinero que en los bares; pero al menos aquí, contando lo mismo, no teníamos que dar gritos y se estaba mejor".

Habían descubierto entonces a los Monthy Pyton, los humoristas ingleses creadores de películas como La vida de Brian , que iban a abrirles las puertas a su propio humor.

"Conocíamos a Gila, a Tip y Coll, que eran como la cima del humor; pero cuando vimos a los Monthy Pyton nos impresionó. Nos dimos cuenta de que se podía hacer humor con cosas sofisticadas, que podías introducir referencias culturales. Y así pasamos de ser convencionales a desbarrar". Es decir a caminar por el alambre del absurdo. Y descolocaron al público.

"Sufríamos, sí, cuando, por ejemplo, ante nuestras imitaciones de famosos o de monumentos, la gente se preguntaba: ´¿y esto de qué va?´".

Así gestaron un humor conceptual, surrealista, pero pegado a lo que tiene de común la realidad cotidiana, no una realidad del tiempo (en sus relatos no hay políticos, apenas hay referencias a la actualidad que uno puede encontrarse en los periódicos).

"Fuimos unos pioneros, así que si podemos dar una enseñanza a los que empiezan es insistir en lo que uno quiere. A nosotros nos decían que cambiáramos, y te ofrecían dinero por hacerlo. Algunos se perdieron porque aceptaron".

Ellos no. "Nuestra línea está marcada y jamás vamos a defraudar. Desde el primer espectáculo, hace 25 años, siempre hemos hecho lo mismo". De manera que no entienden la crítica de que el dúo pueda ser repetitivo. "Es como si se lo dijeran a Pepe Rubianes o a Gila. Claro, hacen lo mismo porque esa es su línea cómica".

La televisión, desde mediados de los 80 a finales de los 90, cumplió su papel en una trayectoria aparentemente irreprochable. Fue, sorprendentemente, una etapa más. "Nunca nos gustó la tele. La cámara te coarta mucho. Hay tensiones, gente alrededor, no controlas. Pero también fue una época magnífica, de ganar dinero. Llenábamos los teatros. Pero es cierto que echamos muchísimas horas y fue muy duro".

No han repetido y ahora solo Javier Cansado aparece esporádicamente en alguna cadena, de una forma relajada y sin grandes exigencias. "No beneficia nuestro karma".

CUATRO FUNCIONES Faemino y Cansado han organizado sus vidas metódicamente. Nunca más de diez funciones por mes. Si pueden hacer cuatro funciones en lugar de cinco, mejor. Esta especie de reticencia no ha actuado en contra de su solvencia humorística. Cuando acuden a los teatros, estos cuelgan el cartel de lleno con días de antelación. Entonces para qué propagarse. "Si una carrera artística --resume Cansado en una especie de lema ético-- vale, pongamos seis millones, y si esos seis millones se pueden ganar en 40 años, ¿por qué ibamos a hacerlo en 3?".