Hay gags que justifican una vida", sentencia Alex de la Iglesia. Y no lo dice en la promoción de alguna de sus películas sino en relación a una obra de teatro, Dos hombres sin destino , que se ha lanzado a producir con su habitual apasionamiento aun reconociendo que no tenía "ni repajolera idea del asunto". La pieza, escrita a cuatro manos por la pareja Montero y Maidagán, hasta el momento guionistas de televisión que De la Iglesia define como unos Tono y Mihura puestos al día, se presentó el pasado año en el teatro Arlequín de Madrid y ahora recala en el Teatre Borr s desde mañana, defendida por dos actores, Manuel Tallafé y Enrique Martínez, presencias habituales en el cine del realizador. Dirige Pepón Montero, la mitad del tándem autoral.

"Dadá, Mel Brooks, Ionesco y el Ibáñez de Mortadelo y Filemón" son algunos de los referentes citados por De la Iglesia de esta pieza absurda que sitúa a sus dos fracasados protagonistas a punto de cruzar la fatídica barrera de los 40 años. "Esa en la que te dices: ha pasado la mitad de mi vida y sigo siendo un anormal", según la desconsiderada puntualización del realizador.

Permanentemente sentados en un sofá, contemplando en la tele el director´s cut de Ben-Hur --que dura tres días--, uno de ellos decide cambiar de vida. Y ante el estupor de su compañero de sofá lo consigue a lo grande. A saber: aprende inglés, encuentra trabajo en la NASA, descubre el diario del fontanero del Titanic --cuyos derechos vende a Chuck Norris--, graba con Bono y Sting el himno solidario Dame pan y encuentra en Grace Kelly la novia perfecta. A quien todo esto le parezca una sarta de disparates, su opinión no cambiará mucho en el tercer acto: "Entonces anuncian la llegada del fin del mundo y el tipo sentado se ve obligado a hacer en dos horas lo que no ha hecho en 20 años", desvela el productor que, al igual que la obra, defiende "una concepción cálida y cariñosa de las cosas dentro de la vorágine del absurdo".

Sobre la posibilidad de trasvasar la pieza a una futura película, el realizador tiene sus dudas: Raramente el cine mejora al teatro, excepto si se trata de una obra de Neil Simon. Pero sí me gustaría fijarla en el tiempo y convertirla en película, por qué no". De momento, como pieza teatral, su mejor baza, según él, es la identificación con el público: "Sólo Amenábar está libre de no sentirse como los personajes de Dos hombres sin destino ".