El hombre que cuenta su historia familiar en Sobre la felicidad a ultranza es un tipo con brotes de mal genio, como su padre. Ambos se enzarzan en trifulcas, se gritan, se insultan, lloran, dejan de hablarse y cuando parece que basta un mínimo motivo para reemprender la discordia, ocurre lo contrario, se echan a reír y se dan unos paseos por la montaña o por el río. Como si la vida para ese hombre consistiera en una sucesión de agitaciones, de escaladas y caídas, de encuentros y desencuentros sin traumas. Y así se formaría en él una idea de la felicidad.

Con este libro publicado por la editorial extremeña Periférica, el escritor italiano Ugo Cornia entra en contacto con los lectores españoles. Nacido en Modena en 1965, Cornia estudió filosofía en Bolonia y da clases de esta materia en su ciudad natal. Ha publicado, entre otros libros Casi amor o Roma .

En la contraportada se habla de él, del libro, como de una novela, pero parece más bien la autobiografía de unos años concretos de su autor. El hombre que la cuenta también se llama Ugo y vive en Modena, como el escritor y, como este, trabaja de profesor. Pero sea novela o vida escrita, quien la lee accede a un universo singular, lleno de detalles y humor, de, si pudiera decirse así, italianismos , que se aprecian en esos caracteres explosivos, en el paisaje, claro, en los modos de ser que describe el personaje de Ugo.

Todo el relato es un ir y venir por el tiempo anterior y posterior a las muertes de los padres del narrador. Y se acerca a esos tiempos con el mismo ánimo con el que define su vida: en el entierro de la madre, cuyos restos han guardado en una urna, le pasa esta a su hermana como si fuera un balón de rugby y ambos sonríen; en el del padre, lo acompaña en el tanatorio y acaricia el cadáver y piensa en lo bien que le queda la ropa. El mismo Ugo imagina su muerte, una mañana, mientras desayuna y ve cómo los muertos suyos vienen a acompañarle al nuevo estado. Pero en la novela (o vida escrita) hay también amores, dichosos encuentros familiares, paseos tranquilos, alguna evocación de los años de la segunda guerra mundial. Y sobre todos estos momentos sopla una especie de serena aceptación de la vida tal como viene.