Alguien llega a Nueva York, el epicentro del mundo, y es testigo de la caída de las Torres Gemelas. Necesariamente, la experiencia dejará huella. Y más si quien lo vive es un artista. A Federico García Lorca, 70 años antes de aquel impacto, la Historia le sorprendió y le golpeó en la ciudad de los rascacielos. Fue la gran hecatombe moral, el crack bursátil del 29, el año que el poeta vivió en Nueva York desde junio de ese año hasta marzo de 1930. El fruto de aquella experiencia, Poeta en Nueva York , escrito en parte en la ciudad y en parte a su regreso a España, marcó a fuego su trayectoria literaria. El poemario es un aullido convulso señalado por el vértigo, la depresión y la soledad, inspirado por Walt Whitman pero sobre todo --y ahí se añadiría conciencia social a la fórmula-- por la sorpresiva crisis vista a pie de calle.

Los hispanistas norteamericanos Christopher Maurer y Andrew A. Anderson han preparado el volumen Federico García Lorca en Nueva York y La Habana. Cartas y recuerdos (Galaxia Gutenberg), que reúne la correspondencia cruzada por el poeta, básicamente con su familia y con amigos anglosajones --como la periodista Mildred Adams, el inglés Colin Hackford-Jones o el crítico literario Hershell Brickett-- y españoles e hispanoamericanos radicados o de paso en la ciudad. Junto a las cartas se presenta también una serie de recuerdos, retratos, fragmentos de entrevistas y evocaciones de las personas que frecuentó allí y que complementan desde otras perspectivas aquella seminal estancia. En el conjunto del libro, las cartas cubanas son apenas una coda, ya que la estancia habanera de Lorca cuenta ya con una abundante bibliografía.

DESAMOR Pese a que en la primera carta del epistolario, a su amigo Carlos Morla Lynch, Lorca asegure, poco antes de embarcar que Nueva York le parece "horrible" --uno de los objetivos del viaje es poner océano por medio a su desengaño amoroso con el escultor Emilio Aladrén--, llega a la ciudad y el deslumbramiento es instantáneo. "Es estremecedor pensar que este poeta que no había salido hasta entonces de Granada o de Madrid --valora Maurer--llega a esta ciudad enorme y es capaz de captar ese remolino de multitudes, música y tradiciones en un libro unitario y orgánico".

Las cartas amables, graciosas y muy vivaces parecen contradecirse, sorprendentemente, al espíritu introvertido y torturado de los poemas que inspira. "Estaba feliz y eso se nota. Tanto es así que Pedro Salinas recibió una carta suya --aunque apenas escribió a los intelectuales españoles, solo a los amigos-- y comentó a Jorge Guillén que la misiva de Lorca le había parecido la de un colegial emocionado con el fútbol".

En medio de esta exaltación y tras un paréntesis veraniego en Vermont y en Bushnesville, Lorca regresa a la gran ciudad, "Babilonia trepidante y enloquecedora", y asiste en primera fila al martes negro de la bolsa. "No me podía retirar de allí --escribe a su familia--. Los hombres gritaban y discutían como fieras y las mujeres lloraban en todas partes; algunos grupos de judíos daban grandes gritos y lamentaciones por las escaleras y las esquinas. Esta era la gente que se quedaba en la miseria de la noche a la mañana". En la Sexta Avenida ve interrumpida la circulación tras arrojarse un banquero del piso 16 del Hotel Astor. "Solo recuerdo las dos manazas que tenía como enharinadas sobre el suelo gris de cemento".

Aunque muchos de los poemas de lo que luego sería su obra mayor fueron escritos con anterioridad al crack, este marca un punto de inflexión. "En ese momento cambia su visión de Estados Unidos. Es entonces cuando se da cuenta de la cara más oscura del capitalismo, de la crisis económica, del sufrimiento humano", advierte Maurer al tiempo que destaca "la impresionante actualidad" a la luz de la actual crisis de aquella condena al capitalismo sin freno. Nace entonces el Lorca más político, una imagen que se consolida con una conferencia-recital organizada por el comité de cooperación intelectual de la República que el autor dictó entre 1932 y 1933 por todo España y que también está incluida, como una versión más de los hechos, en el volumen.

Federico García Lorca en Nueva York y La Habana aparece también como la cara B de la edición que Galaxia Gutenberg realizó la pasada primavera mostrando el manuscrito original de Poeta en Nueva York y que convocó a casi 40.000 visitantes en la exposición que sobre el tema realizó la Biblioteca Pública de Nueva York.

VIAJE A MEXICO Maurer ahora tiene puestas sus esperanzas en el viaje de la muestra a Ciudad de México. Quizá sea un acicate para que determinados documentos salgan a la luz: "Me sabe mal no haber encontrado más cosas de León Felipe o de García Maroto puesto que coincidieron con Lorca. Pero lo que queda por descubrir no es mejor que lo que queda por vivir poéticamente. Lo más importante son las relecturas porque con ellas las obras se renuevan y se vuelven indestructibles". Y es que los clásicos no se rinden, no sucumben a la curiosidad del investigador, del poeta o del lector de a pie.