En los recuerdos de los que le conocieron, Federico García Lorca siempre se muestra cálido, sociable, con una simpatía directa e inocente como de niño grande, un título que, como el de gitano, le perseguiría y acabaría por irritarle. Ese retrato más cercano del poeta no se concreta fácilmente porque el cine no recogió su imagen y tampoco se guarda registro de su voz, más allá de saberse que su tesitura era de barítono. Pero están las numerosas entrevistas que le hicieron, especialmente a partir de 1928, cuando el éxito de su Romancero gitano le convirtió en una estrella pop de la literatura. De ahí que la prensa lo buscara como caza mayor. Y él, halagado, se prestara al juego pese a que muchas veces no se reconocía en los retratos que lo aprisionaban en el estereotipo.

Todas esas entrevistas y declaraciones, 133, componen el libro Palabra de Lorca (Malpaso) que ha elaborado Rafael Inglada, más conocido como investigador de la obra de Picasso, en colaboración con el periodista Víctor Fernández. No es esta la primera vez que se reúnen las entrevistas del poeta granadino, de hecho formaron parte de las Obras completas que publicó Aguilar a partir de su cuarta edición y más tarde se recogieron en la edición de Galaxia Gutenberg, pero en esta ocasión no solo se rescata una tercera parte de material que jamás había sido recogido en libro, sino que además se ofrecen completas, pues en versiones anteriores solían aparecer solo las declaraciones de Lorca fuera de contexto.

Además se han cotejado con los originales, restituida su correcta transcripción, y el volumen viene acompañado de numerosas fotografías poco conocidas y, de bonus track, la de portada, que incluye la famosa imagen de García Lorca en batín que Alfonso le hizo originalmente junto al periodista Felipe Morales, aunque luego la reencuadrase sin él.

Lo de contestar entrevistas en batín no era inusual en él. A la hispanista francesa Mathilde Pomès la recibió en su casa de Madrid en pijama, descalzo y despeinado, recién levantado -había olvidado la cita, aunque eran las 11.30 de la mañana- y como no había otro lugar donde sentarse, la invitó a hacerlo sobre la cama aún caliente. «Esta es una oportunidad de mostrar al Lorca más cotidiano, podríamos decir que en zapatillas, porque Pomès se encarga de describir la habitación y de curiosear en su biblioteca. Eso es periodismo», dice Víctor Fernández.

Las entrevistas se inician en 1922, aunque la más famosa de esta época sea la de Francisco Ayala tras el estreno de Mariana Pineda. Porque es el teatro, más que su obra poética, lo que más interés despierta entre los entrevistadores, entre ellos, María Teresa León, Ernesto Giménez Caballero, Josep Palau i Fabre, César González-Ruano o los italianos Indro Montanelli y Silvio d’Amico.

Para Inglada, las que el autor de Yerma concedió en su viaje a Buenos Aires y Montevideo son excepcionales, pero si tuviera que quedarse con una de todo el conjunto, sin duda elegiría los tres reportajes que el director teatral Cipriano Rivas Cherif publicó póstumamente en México en los años 50, en los que el poeta le confesaba abiertamente su homosexualidad.

Al tratarse de una charla privada, muchos compañeros de La Barraca se ofendieron mucho. «Yo creo, por el contrario, que ahí está el Lorca más humano», asegura Inglada, que destaca el retrato que compone el libro: «Vemos a un hombre joven, cargado de futuro. Un Lorca que cautivaba, muy andaluz, muy exagerado, que habla de proyectos que luego no salen o que inventa incluso cosas solo para deslumbrar al periodista».

PREMONITORIO / Solía lamentarse Lorca de cómo su Romancero gitano había generado tantos malos imitadores, y algo de ese espíritu se contagia deformado en el estilo de unos cuantos entrevistadores, que intentan emularlo con unos resultados terriblemente afectados, mientras el poeta, absolutamente natural, quizá se riera un poco de ellos.

Entre las perlas del libro está la entrevista que concedió a La Mañana de León, en la que, relajado al tratarse de una publicación de provincias, Lorca no se cortó a la hora de mostrar su desagrado por Valle Inclán y Azorín. Tampoco fue muy correcto en la última de sus entrevistas publicada en vida. Se la hizo el famoso periodista y caricaturista Luis Bagaría, al que le soltó: «Actualmente en Granada se agita la peor burguesía de España», en lo que algunos han querido ver la premonición de una venganza.

Pero si queremos fijar en el último reflejo que queda de todas las conversaciones que concedió Federico García Lorca hay que dejar claro que esa no fue la última, esa se la hizo su amigo Rafael Martínez Nadal en agosto del 36, una vez ya comenzada la fatídica guerra civil. El último día de Federico en Madrid se publicó en 1978 y, si hay que recordar una frase de aquella conversación, la más conmovedora es: «Rafael, estos campos se van a llenar de muertos».