El cineasta argentino que nos enseñó qué miserables podemos llegar a ser para conseguir un puesto de trabajo (El método ) y nos mostró el lado oscuro de las vidas perfectas (Las viudas de los jueves ) se pone ahora tierno. La nueva película de Marcelo Piñeyro, Ismael --que se estrenó el día de Navidad en España, incluidas Cáceres, Badajoz, y Mérida-- nos cuenta la historia de un joven (Mario Casas) que hace tiempo ha huido de su vida y de su madre (Belén Rueda). Vive refugiado en la costa, donde se gana la vida como profesor. Un día, su mundo se tambalea al descubrir que es padre de un niño de ocho años.

-- Ismael es pequeña, tierna y cálida. Es una película para refugiarse en un cine.

--Me gusta la definición, suena bien. El filme habla de eso, de un refugio, de gente que se va a refugiar en un sitio. Habla de un grupo de personajes encapsulados emocionalmente. Congelados. Pero el movimiento de un niño les provoca una reacción en cadena. Descubren que las emociones no están muertas sino que laten. Eso sí, no saben qué hacer con ellas. Mueven ficha y el nuevo casillero está lleno de incertidumbre. Eso pasa igual en la vida.

--¿Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad?

--Claro. Y a una tercera y una cuarta. El reto está en atreverse a tomárselas. A los protagonistas les cuesta. Y eso tiene que ver con su miedo al compromiso.

--El mal de nuestra sociedad.

--Ellos, como muchos de nosotros, están cómodos en su encapsulamiento emocional. Lo que pasa es que cuando se rompe descubren que están vivos. Cuando afectivamente nos pasan cosas, nos da miedo. Y también nos excita. Empiezas a la latir. Las emociones nos demuestran que estamos vivos, nos dicen que tenemos sangre.

--Sus protagonistas son los dos actores más taquilleros del cine español, Mario Casas y Belén Rueda. ¿Eso es jugar sobre seguro de cara a la taquilla?

--Se lo digo el lunes que viene (risas). Sinceramente, no sabía que Mario y Belén eran tan, tan, tan populares en España. No es algo que tuve en cuenta.

--Mario Casas es un ídolo juvenil. Y le pone usted de padre. Qué jugada.

--Su personaje va descubriendo una clase de amor que no sabía que tenía. Se enamora de su hijo. Primero le molesta el chico, es un paquete que no sabe donde colocar, no le mira a los ojos. Poco a poco, él se empieza a deslumbrar con el niño y descubre un amor que no sabía que existía. Estaba congelado en la adolescencia y ahora camina hacia la madurez.

--Casas, como actor, también ha madurado. Ahí están Las brujas de Zugarramurdi , La mula , Grupo 7 ...

--Ahí le conocí, en Grupo 7 . Estaba buscando un actor para Ismael porque tenía a otro, pero no podía hacerla. Entré en un cine y vi la película de Alberto Rodríguez. Me encantó y pensé que si Mario era capaz de tener esa fuerza arrolladora, sería capaz de dar vida a un personaje que es todo vulnerabilidad.

--En los cines no dominan precisamente las historias de gente vulnerable. Ahora parece que todas las películas tienen que ser a lo grande y con fuegos artificiales.

--Yo he tenido suerte con mis filmes porque han funcionado muy bien en Argentina. También en España y en el resto de países. Pero jamás he pensado de antemano cómo hacerlo, cómo atraer en masa a la gente a una sala. Yo, lo que hago, es apostar por las historias que a mí me conmueven. No hablo de gente rarísima, ni de extraterrestres. Hablo de lo que sé.

--De la gente normal.

--No sé muy bien qué quiere decir normal, pero sí, gente que ni tiene superpoderes ni vuela. Nunca haría una película que yo como espectador no iría a ver aunque me pagaran una fortuna.

--¿Están los cines argentinos inmersos en el debate sobre el precio de las entradas?

--No. Los tiques rondan los 5 o 6 euros y sigue siendo el entretenimiento más barato. Una copa o un partido es más caro.

--Aquí estamos en pleno debate.

--En Argentina lo hubo, pero cuando nos empezó la crisis económica. Lo que sí tenemos ahora es un debate sobre qué tipo de películas ve el público. Mayoritariamente, películas de superhéroes. Sale un blockbuster americano y ocupa la mitad de las pantallas. Hay títulos que en otro momento hubieran generado mucho más público.

--¿Y qué ha pasado?

--Todo modelo económico tiene un correlato cultural. Y el neoliberalismo propicia una cultura de masas que apunta para abajo, casi a los pies. Una cultura de masas que elimina la reflexión y provoca el vacío cerebral.

--Qué miedo.

--Es así. Detesto la actual polarización. Solo hay dos tipos de películas: un mainstream muy tonto y de cero reflexión y, por otro lado, filmes muy elitistas culturalmente que solo se ven ocho críticos en los festivales y que a nadie le importan. Yo me enamoré de este oficio con las películas que hacían Fellini, Visconti, Coppola, Scorsese.... Era cine con mayúsculas, cine que reflexionaba y, además, hablaba al público. Y era taquillero. Hoy eso no existe.