Llevamos tres ediciones de la Muestra Ibérica de las Artes Escénicas en la que, visto lo visto, parece que no se resuelve esa situación viciada de la aplicación del ‘más de lo mismo’ que tiende a perpetuarse por imposición de la organización. Asunto que no convence a muchos artistas extremeños del teatro que habían reclamado aquel modelo de Muestra recuperada en 2008, que fue para el teatro extremeño la más interesante actividad cultural realizada en la primera legislatura de Fernández Vara, con voluntad de tomar el pulso al conjunto de la actividad escénica regional y de emprender proyectos atisbando una serie de horizontes teatrales. Una Muestra que -como dije en mis crónicas de 2008, 2009 y 2010- significó un paso adelante para el teatro extremeño, de un prominente y estimulante espacio de discusión de ideas y de creación artística, que cada año superaba con éxito al anterior, en el compromiso de llevar a cabo gran parte de las conclusiones formuladas en los debates.

La edición de este año, sigue sufriendo esa desorientación de la muestra que ya preocupa a compañías y profesionales de otras áreas del teatro, porque la actividad organizada por el Centro de Artes Escénicas y de Música (CEMART) y la Asociación de Gestores de Extremadura (AGCEx), por tercera vez consecutiva, se ha convertido sólo en una ‘feria’ de teatro, en un simple evento comercial de las producciones de aquí y de otros lugares, con un planteamiento erróneo y mal organizado que ha perdido ese ejemplar carácter participativo de tratar los problemas y soluciones del teatro extremeño y sus posibilidades de consolidar actividades como logro conjunto de los artistas y de las instituciones.

Del pasado año a este, la organización en manos de gestores culturales y no de profesionales del teatro se ha limitado a ampliar el número de espectáculos (participaron 19) y de programadores (asistieron 230). Algo de lo que se sintió contenta la Consejera de Cultura, Leire Iglesias, que en la inauguración realzaba los «logros» -que le han contado vete a saber- de esta muestra (que ha tenido 560 propuestas) y de otras actividades, como la ampliación de los espacios en la Red de Teatros (que han pasado de 29 a 47) o de una ley de teatro extremeño que nos convierte «en la primera región que la tiene» y se aprobará el próximo mes (para la que pidió a los presentes que le envíen sugerencias o modificaciones). Todo un discurso muy campanudo que luego -como los anteriores años- no responde a la realidad que uno ve.

Y he visto que la mitad de los espectáculos han vuelto a ser mediocres. ¿Con qué criterios artísticos se han seleccionado estos entre tantas propuestas? Una vez más, ese desconocido ‘consejo de teatro’ ha fallado. No puedo entender que sigan excluidas algunas creaciones de compañías extremeñas con mejor calidad (que estaban entre las 560 propuestas).

También he sabido que la red de teatros sigue siendo caótica. Hace pocos días, en los debates de las Jornadas de Badajoz, el actor/empresario José V. Moirón, defendiendo con conocimiento los espectáculos extremeños de calidad, se quejaba ante la directora del Cemart de lo poco que son contratados por los gestores extremeños. ¿Con qué criterios se seleccionan para sus pueblos en la Red? También me enteré -por las compañías- que la contratación de los programadores extranjeros que vinieron el año pasado a la muestra fue un fracaso.

Y de algunos programadores asistentes -que vienen de distintas comunidades con los gastos pagados aquí para conceder 5 minutos de entrevista a las compañías- me llamó la atención su forma de juzgar algunas obras. En la función ‘Homenaje inesperado’ de la extremeña Concha Rodríguez, a los 5 minutos de empezar, advertí en la sala la salida masiva de un grupo. Pregunté a uno de ellos la causa de tan descarado desplante y me dijo que a todos ellos le bastaba con ese tiempo para saber que el espectáculo no interesaba. Me dejo perplejo, porque era un excelente espectáculo. Aquel hecho, tan extraño como injusto, me hizo pensar como si hubiera una nueva casta de programadores -de esos que van a todas las Ferias teatrales- que influyen en el oscuro mercado de espectáculos como mandarines de las giras.

En cuanto a esa ley de teatro no convence la forma de hacerla. ¿Con qué criterios se admiten o rechazan las aportaciones solicitadas? Me temo que si está argumentada por ignorantes pueda resultar un churro. Como lo fue antaño la creación de la Escuela de Teatro de Olivenza, una fábrica teatral de actores sin título y parados (que se han vuelto a manifestar con sus reivindicaciones en el portal de la muestra). Mi conclusión: ¿No es mejor que la Muestra tenga espacios para debatir todos estos temas? Y empiece cuestionando sobre qué modelo de evento necesitamos.

En los espectáculos hubo de todo en lo que se refiere a calidad. De los extremeños sobresalieron el drama ‘El otro’ de El Desván (de Domingo Cruz) y la comedia ‘Homenaje inesperado’ de La Estampa Teatro (de Concha Rodríguez), a los que dedicaré un comentario aparte. También destacó ‘La vida secreta de Petra Leduc’, coproducción de Amarillo Producciones, bien escrita y dirigida por Memé Tabares, una pieza dramática que pone en tela de juicio la marginación durante siglos de las mujeres artistas dejando escapar a través de la locura de la protagonista el eco de un dolor de sorda violencia. La interpretación de Maite Vallecillo (Petra) y de Nuqui Fernández (con desdoblamientos en varios personajes), fueron fenomenales. Igualmente, resultaron bien acogidas las producciones cómicas ‘Custodios’ de Asaco Producciones, ‘Cuzko’ de Filis Teatro y ‘El mundo de Juba’ de Teatrapo, todas interpretadas con excelentes recursos del arte de los clowns o de números circenses que logran el deleite del público.