Pau Freixas, cuyo anterior largometraje, Cámara oscura --un relato de misterio ambientado en un viejo y oxidado mercante--, escasa relación guarda con Héroes , ha volcado algunos de sus recuerdos y experiencias de infancia, y de la época estival, contando con el soporte de un guionista, dramaturgo y realizador, Albert Espinosa, que también ha edificado toda su obra a partir de esas experiencias de infancia.

Para ambos, Freixas y Espinosa, lo que cuenta Héroes tiene mucho de rememoración y de reivindicación, como si quisieran decirnos, plano a plano, que las cosas más importantes en la existencia de cada uno se fraguan siempre en la edad escolar, cuando los amigos, los veranos y los sueños idealizados conforman la esencia de nuestro carácter.

Esa es la teoría, sincera y un punto entrañable. Pero en la práctica, el trabajo de Freixas tiende a una épica bastante molesta, sobre todo en la magnificación del más pequeño detalle con una música grandilocuente que estropea la frescura y espontaneidad buscadas.

Algunos momentos particularmente reveladores para los cinco niños protagonistas, el particular club de los cinco de Freixas y Espinosa, se van al traste por la obsesión en subrayarlo todo con una música que convierte el relato en enfático cuando debería ser íntimo.

Puede que haya más de Espinosa (Planta 4 y Tu vida en 65 minutos como guionista, No me pidas que te bese, porque te besaré como director) en esta especie de revisitación madura de Verano azul . Freixas ha abusado del tono azucarado buscando esa sensación de grandeza emocional que a veces solo se consigue con los pequeños detalles.