Hace cuatro décadas, la editorial Sudamericana publicaba en Buenos Aires una novela de un desconocido escritor colombiano, Gabriel García Márquez; era la primera edición de Cien años de soledad , tan sólo 8.000 ejemplares que se agotaron rápidamente.

Fue a comienzos de junio de 1967 cuando la célebre novela vio por primera vez la luz, y lo hizo en Argentina, gracias al editor Francisco Porrúa, que en realidad quería publicar La hojarasca (1955) y El coronel no tiene quien le escriba (1961), pero éstos iban ya a ser publicados por un sello uruguayo.

A cambio, el colombiano, que por entonces vivía en México, le envió el primer capítulo de Cien años de soledad , lo suficientemente bueno como para que Porrúa lo contratara inmediatamente y le enviara un adelanto de 500 dólares.

"Tiempo después llegó el original completo, que incluso llegó en dos partes porque García Márquez no tenía dinero para mandarlo todo junto. Cuando Porrúa lo leyó entero decidió apostar fuerte, con una tirada de 8.000 ejemplares", relató Gloria Rodrigué, que entonces trabajaba en Sudamericana. La primera edición de la novela que relata la historia de los Buendía en la mítica Macondo se agotó en quince días. El libro, icono del realismo mágico, lleva vendidos más de 30 millones de ejemplares y fue traducido a medio centenar de idiomas.

La novela recibió un espaldarazo cuando el 20 de junio de 1967 el rostro de Gabo apareció en la portada del semanario porteño Primera Plana , dirigido por el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez, quien publicó la primera crítica del libro en la que proféticamente afirmó que el texto tenía "el sabor de una génesis".

"En la editorial se lo recuerda como un hecho mítico: fue un éxito sin precedentes y se convirtió en un libro que cambió la visión de la literatura latinoamericana", señaló Luis Chitarroni, editor de Sudamericana.

Según Chitarroni, la obra del Premio Nobel de Literatura 1982 "iluminó una zona" del panorama literario regional capitaneado por el mexicano Juan Rulfo, los cubanos José Lezama Lima y Alejo Carpentier, y el argentino Julio Cortázar.

"Con García Márquez, el boom de la literatura latinoamericana deja de interesar sólo a pequeños públicos de la región para interesar continental e internacionalmente", explicó Susana Cella, del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires.

Según Cella, el fenómeno del boom de la literatura latinoamericana que consolidó Cien años de soledad se había iniciado con obras como Rayuela (1963), de Cortázar, La muerte de Artemio Cruz (1962), del mexicano Carlos Fuentes, y La ciudad y los perros (1962), del peruano Mario Vargas Llosa.

"Estos autores traían una renovación narrativa junto con la temática de situaciones propias de latinoamérica, que era algo que estaba en el centro de la atención motivado, entre otras cosas, por el auge de la revolución cubana".

Cella considera que el "secreto del éxito" de Cien años de soledad radicó en "la capacidad de gustar a públicos muy diversos, cultos y no tanto", gracias a "una técnica narrativa más moderna", "el encanto del relato" y la mixtura de lo mágico con elementos de la realidad social.

"Este fenómeno, al mover el avispero, hace que autores que venían trabajando anteriormente, como Carpentier e incluso Rulfo, se proyecten internacionalmente. Pero a los autores colombianos se les presentó un problema, apareció un peso pesado, y generó una reacción, como en el caso de Fernando Vallejo, que se propuso romper con García Márquez, una especie de parricidio", dijo Cella.