Si uno no sabe de arte es mejor pisar Arco (la feria de arte contemporáneo que reúne en Madrid a 201 galerías de 27 países y que a la crisis del sector suma el escollo de la subida del IVA) con cuidado. Uno nunca sabe si unas sillas apiladas en un rincón pueden ser una obra de arte o simple mobiliario de la feria. Hay que pasar unas cuantas horas en sus abrumadores e interminables pabellones para darse cuenta de qué es arte y qué no lo es. Habrá quien vea muchas de las piezas exhibidas y le entren ganas de hacer lo que se cuenta en una de ellas: decenas de tomates explotados contra una pared. Pero el personal que circula estos días por Arco (ayer y hoy solo para profesionales y será el fin de semana cuando pueda entrar público) entiende de arte. Por eso, sabe que los tomates estrellados son una pieza única. Lleva la firma de Los Carpinteros (dos cubanos) y no son reales sino que están hechos de porcelana, acero y carbono esmaltado. Tomates --la obra se llama así-- está expuesta en la galería Ivorypress, que también alberga otra innovadora pieza: la de Dionisio González, artista que ha creado una realidad virtual para mostrar cómo serían varios edificios del arquitecto Le Corbusier si estos se hubieran llegado a levantar. Como nunca se ejecutaron, el resultado es la destrucción. Por eso, la obra --que remite a la utopía y se llama En algún lugar, ninguna parte -- acaba con centenares de piezas rotas colgadas del techo. Todo está destruido. También están destruidas unas fotocopiadoras en una obra llamada Lejos de expresiones automáticas .